Cuando era "chico" disfrutaba caminando sobre las hojas de los plátanos de Indias que alfombraban las aceras del otoño de Sevilla. En ocasiones las pisoteaba. Me gustaba cuando crujían bajo mis botas. Otras veces arrastraba los pies intentando hacer surcos. Lamentablemente, la costumbre de realizar podas drásticas sobre los plátanos antes de que las calles se vieran invadidas por sus grandes y doradas hojas, acabó con esa sana afición.
Hace unos días volví a sentir la misma sensación, esta vez en un lugar muy distinto; el castañar de Garciaz, un lugar poco conocido con toda la magia de los bosques perennifolios que esconde, sin embargo, algunos ejemplares que bien pueden tener varios cientos de años.
Afirman algunos expertos que los castaños fueron introducidos en Extremadura por los romanos, principalmente para uso maderero, pues su madera resistente y duradera y su fustes rectos eran utilizados como vigas en la construcción de edificios y quizás también en la industria naval. Por eso, muchos de los castaños que vemos en territorio extremeño constan de un viejo y rugoso gran tronco del que emergen numerosos pies. Otras veces, las menos, los castaños han sido podados para la obtención de frutas, componiendose solo de un único tronco y varias ramas principales...
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