Ayer sábado tuvimos un nuevo encuentro de blogueros de Extremadura, como siempre en el convento de la Coria de Trujillo, sede de la Fundación Xavier de Salas. Una vez terminadas las comunicaciones, por cierto muy interesantes, tuvo lugar la presentación de un libro confeccionado a partir de los artículos e imágenes de distintos blogueros y similares. Cielos de Extremadura, pues este es el título de la nueva publicación, incluye cerca de cincuenta artículos y decenas de espectaculares fotografías. El artículo que sigue a continuación, ¡Por Tutatis!, es mi aportación a esta publicación. Por cierto, enhorabuena una vez a Nacho y José Manuel, organizadores del encuentro.
¡POR TUTATIS!
Decía Abraracúrcix, el jefe de la
irreductible aldea gala, que ellos solo temían a una cosa; que el cielo cayera sobre sus cabezas. Hoy
nuestras preocupaciones son otras, mucho más prosaicas. No obstante, basta
salir cámara en mano al campo extremeño, para darnos cuenta de que el jefe galo
tenía motivos para estar temeroso de los muchos meteoros que los dioses pueden
enviarnos.
Independientemente de esos miedos
atávicos a los meteoros, los galos tuvieron suerte de que alguien se ocupara de
inmortalizar de forma genial la pequeña y divertida aldea, y de que las
andanzas del pequeño guerrero de rubios bigotes y de su inseparable e
insaciable amigo, ocupen desde hace tiempo las estanterías de nuestras casas y
bibliotecas públicas. Seguramente así lo quisieron sus deidades.
En el resto del planeta no hubo
tanta fortuna. Sin embargo, esa obsesión por los astros y esos miedos
ancestrales de los primeros hombres a ciertos fenómenos caídos del cielo,
quedaron grabados en la piedra por todo el planeta, transmitiéndonos de alguna
manera parte de sus inquietudes.
Utilizar como recurso turístico
esos miedos y esas inquietudes aquí en Extremadura, es posible. Altares
rupestres, pinturas esquemáticas, petroglifos, dólmenes o estelas decoradas
esperan al excursionista curioso e interesado por los aspectos menos conocidos
de nuestro patrimonio. Habitualmente, además, este patrimonio se encuentra en
sierras y dehesas de belleza singular.
Probable menhir. Santa Cruz de la Sierra. |
Lógicamente, algunos autores otorgan a los altares o
peñas sacras cierta función astronómica. Entre ellas no debería dejarse sin
mención la presencia en el bonito paraje de Los Barruecos, de una curiosa figura antropomorfa excavada en
la roca en la que el recientemente fallecido profesor Rosco Madruga (descubridor
de la basílica de Santa Lucía del Trampal) creyó reconocer un observatorio astronómico. Según sus observaciones, esta figura
antropomorfa tiene la particularidad de estar situada en el interior de una
oquedad en cuya parte superior existe un agujero por el cual pasa la luz solar
iluminando en su totalidad esta figura solo los días correspondientes a los
equinoccios. (Fuente Diario HOY) Estaríamos por tanto ante un altar o santuario
utilizado por los hombres del Calcolítico para determinar el momento exacto en
que los días y las noches tienen la misma duración y el cambio de las
estaciones, algo que podría ser de gran ayuda a la hora de establecer la fecha
de siembra de los cultivos y otras prácticas agronómicas.
Observatorio astronómico. Los Barruecos. |
Subir a la sierra y trepar hasta algún
abrigo para admirar las pinturas
rupestres que guardan, es otra de las opciones. Una vez ante ellas no es
difícil buscar esos signos de la
influencia que la esfera celeste ejercía sobre los hombres del Calcolítico,
puesto que sus autores solían dejar esquemas de algo muy semejante a lo que hoy
visualizamos como soles o estrellas. Recuerdo haber visto estos símbolos en los
abrigos de las Calderetas (Benquerencia de la Serena), de la Calderita (La
Zarza) o del Águila (Magacela). Muy próximo a este último abrigo, los restos de
un dolmen muestran todavía en uno de
sus ortostatos un soliforme grabado junto a otros esquemas de difícil interpretación.
Ídolos oculados. Arroyo de San Serván. |
Soliforme. Benquerencia de la Serena. |
En realidad, gran parte de los
esquemas rupestres que acompañan a los referidos soles o estrellas, son
símbolos cuyo significado para nosotros es desconocido pues probablemente representan
ideas. Por ello, los especialistas los llaman ideomorfos. Del mismo modo, las
figuras que representan animales reciben el nombre de zoomorfos, mientras que
los esquemas en los que aparece la figura humana se denominan antropomorfos.
En Monfragüe, la Serena, las
Villuercas o en las sierras centrales situadas en las proximidades de Mérida
nos esperan multitud de abrigos, algunos bien conocidos y otros todavía
inéditos, donde deleitarnos con estas representaciones y a la vez, misión algo
más complicada, interpretarlas.
Pero si volvemos al tema central
que nos ocupa, no se puede olvidar la aparición por todo el territorio
extremeño de numerosos ídolos placa,
coincidentes algunos de ellos en el tiempo con los esquemas rupestres antes
citados y con cierta semejanza, por ejemplo, con los idolillos esquemáticos del
abrigo de las Palomas, situado en la sierra de San Serván. En concreto, la
similitud entre ambos radica en la presencia de círculos, interpretados por los
estudiosos como ojos, motivo por el cual son conocidos también como ídolos
oculados. Estamos, por tanto, ante divinidades con rasgos humanos. Estamos, por
tanto, ante manifestaciones nacidas de la necesidad del hombre de creer en un
mundo extraterrenal en el que habitar después de la muerte. Quién sabe entonces
el poder que aquellos hombres otorgaron a los dioses que ellos mismos crearon.
¿Dioses de la fertilidad de los hombres, los animales y los bosques? ¿Dueños de
las lluvias y los ciclos agrícolas? ¿Creadores de las tormentas y responsables de
los movimientos de los planetas…?
En tono de broma podríamos decir
incluso que en cierta ocasión uno de esos antiguos dioses, o tal vez un simple
enviado, bajó del cielo y anduvo entre los pobladores que ocupaban las llanuras
próximas al Cáceres actual. Prueba fidedigna de esta fugaz visita es la estela
conocida como el Astronauta del Casar,
una estela granítica que ha merecido ocupar un hueco en los principales medios
audiovisuales especializados de misterio. Actualmente esta estela, encontrada
en el cementerio de la citada población, se encuentra en el Museo de Cáceres,
siendo quizás una de sus piezas más conocidas.
Astronauta del Casar. Museo de Cáceres. |
En definitiva, salir a las
extraordinarias dehesas o sierras extremeñas, observar y fotografiar el cielo y
preguntarse qué sentirían los pobladores de la Antigüedad ante un arcoíris,
ante un eclipse o ante una tormenta eléctrica, es inevitable. Yo inclusive me
he llegado a preguntar en alguna ocasión que hubiera dicho Obelix al presenciar
la estela de un avión “rozando” la luna.
Tal vez hubiera exclamado con cara de asombro; ¡Están locos estos humanos!