En la dura llanura cacereña puede el viajero encontrar una de las plazas mayores mejor conservadas y más desconocidas de nuestra geografía. La plaza de Garrovillas, porticada casi en su totalidad y declarada Monumento Histórico Artístico tiene una extensión de más de cuatro mil metros cuadrados, más de 60 arcos y algunas casas del siglo XV. Todo ello junto con el aire mediaval que aún conserva bien merece un alto en el camino del viajero que por esta tierra de dolmenes y castros prerromanos se encuentre.
La Historía no pasó de puntillas por este lugar. Lamentablemente solo ruinas se pueden contemplar de lo que fue un magnifico convento desde el que se divisa una bonita estampa de la población y solo en los años de lluvias escasas emergen del Tajo los restos de un castillo templario. Mejor suerte tuvo el puente romano de Alconétar ya que fue trasladado a finales de los sesenta, piedra a piedra, de su ubicación original para salvarlo de las aguas cuando fue construido el embalse de Álcantara. No tuvo, sin embargo tanta fortuna el puente de hierro que el francés Eiffel diseñó para salvar el río Tajo ya que, al parecer, permanece bajo dicho río desde que se embalsaran sus aguas.
Iglesias, varias ermitas, algún convento, un curioso corral de comedias, las callejuelas del barrío judío y la ya citada plaza mayor aguantan sin embargo el paso del tiempo esperando que el viajero dirija hacía allá sus pasos para mostrarle que cualquier tiempo pasado no fue mejor, sino distinto.