No está claro de donde procede el actual nombre de Extremadura, una tierra olvidada y a menudo menospreciada. Algunos historiadores opinan que quizás proceda del término con que se conocía en los reinos cristianos a los territorios situados al sur de dicho río.
Desde aquí solo pretendo hacer un pequeño homenaje a la tierra donde ahora vivo. De ella es mi mujer y en ella han nacido también mis dos hijas.

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martes, 18 de diciembre de 2018

pinturas rupestres de la cueva del castillo de monfragüe.



El pasado verano tuve la oportunidad de visitar la famosa cueva del Castillo de Monfragüe y de contemplar in situ las pinturas esquemáticas que tantas veces había visto en fotografías. Dicha cueva, además de encontrase en un entorno paisajístico privilegiado, tiene la particularidad de que presenta pinturas separadas cronológicamente entre sí varios miles de años. Así, según los investigadores que se han ocupado de su estudio, en este lugar podemos encontrar esquemas que van desde el Epipaleolítico hasta la Edad del Hierro, sin obviar los periodos intermedios entre ambos (Neolítico, Calcolítico, Edad del Bronce).

Siguiendo siempre la Guía arqueológica de Extremadura número 5 (un detallado y clarificador estudio realizado por Hipólito Collado Giraldo y José Julio García Arranz), vamos a centrarnos casi de forma principal en el panel número 8 del grupo C, pues se trata sin duda de un panel sumamente interesante y poco habitual que muestra esquemas superpuestos de diferentes periodos. El más antiguo corresponde a un gran ciervo de estilo naturalista y con una cuerna bastante detallada y pertenecería a una etapa epipaleolitica (etapa  en la que produce, según los mismos autores, la transición entre la sociedad de cazadores recolectores y la sociedad productora). Excepcionalmente, sobre este esquema epipaleolítico, aparecen esquemas de antropomorfos que podrían corresponder a dos etapas distintas. Los de trazo más grueso pertenecerían a los periodos Neolíticos y Calcolíticos, mientras que los de trazo fino estarían ejecutados durante la Edad del Cobre. 




Estamos, por tanto ante un panel excepcional, pues miles de años separan la figura naturalista del ciervo de los posteriores antropomorfos esquemáticos, más simples, de mayor tamaño y de trazo grueso (Neolítico y Calcolítico). Finalmente, bajo los anteriores se encuentran los antropomorfos de trazo fino y más detallados (tocados con plumas, armas al cinto y puntos a modo de pectorales o tatuajes), pertenecientes a la Edad del Cobre.


Esquema de ciervo (Epipaleolítico). Sobre este esquema, aparecen s
superpuestos cuatro antropomorfos de trazo grueso.
(Neolítico-Calcolítico)

Bajo los anteriores, antropomorfos de trazo fino. La figura central está
provista de lo que parece una espada a la cintura y un penacho de plumas.
 A su lado una figura con pectoral, tal vez tatuajes. (Edad del Cobre)

A la izquierda del conjunto descrito  un conjunto de tres figuras de trazo fino.
(Edad del Cobre)

Por ultimo, indicar también la existencia en la entrada de la cueva de un panel ejecutado en la Edad del Hierro (panel 3 del grupo A), en el que se sitúa un esquema con signos de color negro que podrían corresponderse con la Escritura del Suroeste (siglos V-IV a.C.) y que convenientemente estudiado podría reforzar la teoría de la relación entre las pinturas rupestres y los primeros esbozos de la escritura y el alfabeto.



Inscripción. Escritura del Suroeste. Edad del Hierro. 

Desconozco, desde mi perspectiva de simple aficionado, si existen muchos abrigos o cuevas en la península en los que aparezcan esquemas rupestres de tantos periodos distintos como en la cueva del Castillo de Monfragüe. En cualquier caso estamos, sin duda, ante una verdadera ventana a la Historia de la Humanidad, clave para conocer nuestro pasado y probablemente nuestro presente y futuro...

Gracias a José María Gómez Sánchez, (el hombre que sabe hacer fuego), José Julio García Arranz y Alejandro G. Pizarro

miércoles, 12 de diciembre de 2018

el castañar de garciaz




Cuando era "chico" disfrutaba caminando sobre las hojas de los plátanos de Indias que alfombraban las aceras del otoño de Sevilla. En ocasiones las pisoteaba. Me gustaba cuando crujían bajo mis botas. Otras veces arrastraba los pies intentando hacer surcos. Lamentablemente, la costumbre de realizar podas drásticas sobre los plátanos antes de que las calles se vieran invadidas por sus grandes y doradas hojas, acabó con esa sana afición. 

Hace unos días volví a sentir la misma sensación, esta vez en un lugar muy distinto; el castañar de Garciaz, un lugar poco conocido con toda la magia de los bosques perennifolios que esconde, sin embargo, algunos ejemplares que bien pueden tener varios cientos de años. 

Afirman algunos expertos que los castaños fueron introducidos en Extremadura por los romanos, principalmente para uso maderero, pues su madera resistente y duradera y su fustes rectos eran utilizados como vigas en la construcción de edificios y quizás también en la industria naval. Por eso, muchos de los castaños que vemos en territorio extremeño constan de un viejo y rugoso gran tronco del que emergen numerosos pies. Otras veces, las menos, los castaños han sido podados para la obtención de frutas, componiendose solo de un único tronco y varias ramas principales...