Que la fortuna me sonría como hasta ahora, murmura el freire, mientras mira inquieto como Cádiz se va haciendo cada vez más pequeña, a medida que la carabela que la reina Isabel de Castilla ha puesto a su disposición rompe las olas del Atlántico con su quilla. Atrás quedan las interminables llanuras de la Serena donde tan a gusto se sentía, cabalgando a través de cordeles y cañadas, a lomos de su poderosa yegua. Y mientras apenas se distinguen ya las torres y las casas de la pequeña ciudad, van quedando atrás también los enormes ganados de la Mesta, avanzando lentamente entre enormes nubes de polvo. O los interminables rezos en la iglesia del castillo de Magacela a los que están obligados todos los miembros de su orden.
La recia madera cruje, el velamen se hincha... Y como si con él no fueran los gritos de "cago en diole, jala, jala," que lanzan los negruzcos y fibrosos marinos o el agua salada que de vez en cuando salpica su cara, Ovando permanece impasible apoyando ambas manos sobre la agrietada baranda, perdida la mirada.
¿Qué me espera al otro lado del océano? piensa Nicolás, ahora Gobernador de las Islas y Tierra Firme. ¿Seré capaz de llevar a cabo la misión que se me ha encomendado? Todavía recuerda la fría mirada de la de Trastámara y la escueta frase que le dirigió: "Cumple con tu destino".
Nota: Esa flota zarpó de Sanlúcar en dirección a la Española en febrero de 1502. Estaba compuesta por treinta y dos embarcaciones y en ella viajaban también Fray Batolomé de las Casas y Francisco Pizarro.