No está claro de donde procede el actual nombre de Extremadura, una tierra olvidada y a menudo menospreciada. Algunos historiadores opinan que quizás proceda del término con que se conocía en los reinos cristianos a los territorios situados al sur de dicho río.
Desde aquí solo pretendo hacer un pequeño homenaje a la tierra donde ahora vivo. De ella es mi mujer y en ella han nacido también mis dos hijas.

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viernes, 21 de febrero de 2014

el rayo verde.


Anochecía. No importa cuando ni donde. Yo viajaba en aquél viejo autobús y entonces, lo vi. Saqué la cámara fotográfica de su funda y apreté el disparador varias veces. Sabía que los baches de la calzada y el traqueteo del motor impedirían obtener alguna imagen de calidad, pero yo seguí intentándolo. Después, efectivamente, pude constatar la baja calidad de las fotografías, pero comprobé también que había sido capaz de fotografiar el rayo verde, aquél que con tanto afán buscaban los protagonistas de la novela del mismo título, escrita en 1882 por Julio Verne.

El Rayo Verde, una de las pocas obras románticas que escribió el francés, tiene como principal protagonista a Helena, una joven que desea contemplar el rayo verde antes de contraer matrimonio. Para ello, bordeando las bellas costas de Escocia, viaja en busca de un lugar propicio donde observar el extraño fenómeno. Al parecer, dicho fenómeno óptico, que ocurre cuando el sol nace o se pone, suele durar entre unos segundos y cinco minutos, y se produce cuando coinciden una serie de parámetros respecto a la composición de la atmósfera, el color del disco solar, la nubosidad, etcétera.

Como veis, el rayo que aparece en las imágenes no es verde, sino más bien azulón. He leído que el rayo azul es todavía más difícil de contemplar que el verde, aunque seguramente la variación de color se debe a un problema de aquella cámara, no demasiada apropiada para condiciones de poca luz.


Lo cierto es que yo nunca llegué a leer la novela, pero si un cómic (nosotros lo llamábamos tebeos) que formaba parte de una colección titulada Joyas Literarias Juveniles. Dentro de esta colección se encontraban títulos tan extraordinarios como La isla del Tesoro, Ivanhoe, Los hijos del Capitán Grant, Miguel Strogoff, Ben-Hur, etcétera. Por aquél entonces solo había dos canales de televisión y no teníamos nintendos, ni pcs, ni androids y los niños nos teníamos que distraer leyendo, jugando a indios y vaqueros o montando en bicicleta.

En realidad no estoy seguro de que lo que captó mi cámara fuera el rayo verde al que se refería Verne. A mi, desde luego, me hizo ilusión pensar que así había sido, más que nada porque me hizo recordar también aquellas tardes de pan con nocilla y pretéritos imperfectos.

Eran otros tiempos...