Almorchón es una pedanía de Cabeza del Buey que nació en 1880, con objeto de dotar de viviendas a los trabajadores de la línea del ferrocarril Córdoba-Almorchón. Esta línea fue creada a su vez para transportar el carbón que se extraía de las minas de la localidad cordobesa de Belmez.
No muy lejos se alza el castillo que dio nombre al poblado, erigido por los musulmanes y ocupado después por templarios y alcantarinos. No es posible visitarlo ya que está en una finca privada, pero al menos se deja fotografiar, orgulloso, y alegra la vista con su presencia.
Hoy día está prácticamente despoblado y en ruinoso estado pero, en la década de los sesenta del pasado siglo, constituía un importante nudo ferroviario que llegó a tener cerca de 900 habitantes. Diez años más tarde empezó su declive y la mayor parte de sus habitantes tuvo que emigrar. Poco a poco el poblado quedó abandonado. Actualmente la mayoría de las casas están en ruinas y la maleza y el oxido invade las vías y otras instalaciones ferroviarias.
Ahora cuando caminas por sus amplias calles, algunos coches y la ropa tendida en las traseras de las casas denotan que todavía vive gente allí, e incluso una anciana barre afanosa el trozo de acera que ocupa su fachada. Quizás piense que vendrán tiempos mejores y que se volverán a oír las risas de los niños cuando salen del colegio o las campanas de la iglesia anunciando un boda, o tal vez un bautizo...
Ahora cuando caminas por sus amplias calles, algunos coches y la ropa tendida en las traseras de las casas denotan que todavía vive gente allí, e incluso una anciana barre afanosa el trozo de acera que ocupa su fachada. Quizás piense que vendrán tiempos mejores y que se volverán a oír las risas de los niños cuando salen del colegio o las campanas de la iglesia anunciando un boda, o tal vez un bautizo...
A veces sus escasos habitantes se sientan en algunos de los bancos de la estación mirando a la lejanía y añorando aquellos días en que el traqueteo del ferrocarril y el silbido de este anunciando su proximidad, eran los sonidos más habituales.
Y aunque a diario pasan algunos trenes me temo que el último tren ya pasó por Almorchón.
No muy lejos se alza el castillo que dio nombre al poblado, erigido por los musulmanes y ocupado después por templarios y alcantarinos. No es posible visitarlo ya que está en una finca privada, pero al menos se deja fotografiar, orgulloso, y alegra la vista con su presencia.
Muy cerca también se encuentra la ermita de Belén, construida al parecer sobre los restos de un asentamiento de la Orden del Temple, en cuyo recinto destaca un conjunto de olmos centenarios que han sido catalogados como Árboles Singulares por la Junta de Extremadura.
He leído en algún sitio que, todos los años, a finales de Septiembre se celebraba allí una romería durante la cual llevaban a la imagen de la Virgen de Belén al poblado ferroviario, donde era recibida, en un ambiente de fiesta y color, por un gran número de personas. Desconozco si en la actualidad se sigue con esta tradición. Si es así, no hay que descartar que en el futuro el tren vuelva a tener parada en Almorchón.