Ya era casi de noche y negras nubes cargadas de lluvia cubrían la localidad de Talaván y sus alrededores. A pesar de ello, pude comprobar que en aquel tétrico (y a la vez atrayente) lugar todo seguía igual que en 2014. Los nichos del cementerio del siglo XIX seguían abiertos, la vegetación invadía exuberante la ermita y los condenados de Talaván permanecían con sus fauces abiertas, enseñando amenazantes los afilados dientes, con esos ridículos gorritos, tal vez simulando los que imponía la temible Inquisición como castigo. Así mismo pude observar como grandes grietas recorrían la maltrecha y peculiar cúpula, amenazando con su derrumbe, tras lo cual aquellos veinte grotescos seres de alas extendidas y atormentado rostro desaparecerían para siempre, como ya había desaparecido el que hacía el número veintiuno.
Así y todo, el conjunto y el momento me parecieron tremendamente hermosos. Quise recordar entonces lo que había sentido y escrito siete años antes pero no lo conseguí. Más tarde, ya en casa, (tras comprobar con pesar, mediante la comparación de las fotografías, que en algunas zonas esgrafiados y pintura de todo el conjunto aparece más desdibujados) encontré lo siguiente:
"Subí con alguna dificultad por un trozo de muro derruido y entré en la ermita. Primero tropecé con una piedra, quizás con una lápida. Después estuve a punto de caer tras meter el pie en un agujero, oculto por la alta hierba que crecía en el interior del edificio. Pero la idea de contemplar las enigmáticos y extrañas figurillas que adornaban la cúpula de aquella ermita en ruinas, me impedía tomar cualquier tipo de precaución. Había recorrido un buen puñado de kilómetros para ver y fotografiar el interior de aquél viejo edificio y la ansiedad podía conmigo. Luego, pasé rápidamente al lado de aquellos nichos abiertos y me dirigí, alzando la vista, hacia donde debían estar los condenados, que hasta entonces solo había visto en fotografías. Y efectivamente allí estaban. Los conté despacio y pude comprobar que eran veintiuno. Bueno, uno había sido vencido por la humedad y el paso del tiempo, de manera que solo quedaban veinte.
Enlaces de interés:
La ermita de los réprobos. El lince con botas. Con Samuel Rodríguez Carrero.
Extremadura; caminos de cultura. Salvemos la ermita del Santo Cristo de Talaván.