Esta bulliciosa ciudad, amurallada por sus cuatro costados y bañada por el río Jerte, tiene dos catedrales. La Vieja, construida en el siglo XIII, se salvó del derribo cuando alguien cayó en la cuenta de la barbaridad que se estaba cometiendo y se solapa con la Catedral Nueva, comenzada en 1498. De la primera destacaría el trabajo de los canteros que tallaron las columnas del claustro (fotografía de la izquierda). En la más moderna llama la atención el coro, tallado en madera y lleno de figuras en comprometidas situaciones. ¿Quién fue el valiente que hizo aquello en aquellos lejanos tiempos en que una denuncia por blasfemia a la Inquisición suponía una muerte casi segura?¿ Y quien le dejó hacer? Muy cerca se encuentra la animada Plaza Mayor. En la torre del Ayuntamiento un automata da la campanada cada cuarto de hora, haciendo las delicias de niños y viajeros.
No está claro de donde procede el actual nombre de Extremadura, una tierra olvidada y a menudo menospreciada. Algunos historiadores opinan que quizás proceda del término con que se conocía en los reinos cristianos a los territorios situados al sur de dicho río. Desde aquí solo pretendo hacer un pequeño homenaje a la tierra donde ahora vivo. De ella es mi mujer y en ella han nacido también mis dos hijas.
Plasencia, la Perla del Jerte. Preciosa ciudad, tanto para visitar como para vivir.
ResponderEliminarTodas las ciudades que conservan en mayor o menor medida su pasado son dignas de visitarse, y los responsables municipales deberían tomarse esa tarea como algo primordial para el embellecimiento de una ciudad.