No está claro de donde procede el actual nombre de Extremadura, una tierra olvidada y a menudo menospreciada. Algunos historiadores opinan que quizás proceda del término con que se conocía en los reinos cristianos a los territorios situados al sur de dicho río.
Desde aquí solo pretendo hacer un pequeño homenaje a la tierra donde ahora vivo. De ella es mi mujer y en ella han nacido también mis dos hijas.

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miércoles, 29 de septiembre de 2021

amanece en la serena.


El pasado mes de julio, mientras circulábamos a eso de las siete de la mañana en dirección a Córdoba, tuvimos la suerte de presenciar una escena simple, cotidiana y a la vez atávica; varios hombres conducían un gran rebaño de ovejas por la carretera en sentido Zalamea de la Serena. Como digo, un acontecimiento común y sin más trascendencia que, sin embargo, nos pareció algo hermoso, diría que casi mágico. Tanto, que no pude resistir la tentación y tras coger la cámara, saqué la cabeza por la ventanilla del coche e hice la fotos que ahora podéis ver. 






miércoles, 22 de septiembre de 2021

donde quiero perderme...


Mientras vuelven las lluvias y el campo empieza a oler a hierba y a tierra mojada, aprovecho las tardes para revisar los archivos de fotos de este último año (yo cuento los años de septiembre a septiembre). Encuentro entonces estrechos senderos apenas transitados, puentes ocultos, el entrechocar del agua bajo el suelo de viejos molinos, paisajes infinitos, retorcidos olivos, pueblos olvidados que guardan su esencia...

En definitiva, una Extremadura verde, diversa, auténtica y escondida, donde se advierte el paso de las estaciones y se puede escapar del ruido; un lugar por tanto a cuidar, a conservar, a mimar...


Septiembre. Capilla-Badajoz. 

Octubre. Valle de la Serena-Badajoz.

Noviembre. Sierra de Santa Cruz-Cáceres. 

Diciembre. Cañamero-Cáceres.

Enero. Trujillo-Cáceres. 

Febrero. Valdivia-Badajoz. 

Marzo. El Carrascalejo-Badajoz. 

Abril. Magacela-Badajoz.

Mayo. Río Ortiga-Badajoz. 

Junio. Molino. Río Ortiga-Badajoz. 

Julio. La Serena-Badajoz.

Agosto. Berrocal de Trujillo-Cáceres. 

domingo, 12 de septiembre de 2021

don quijote y los molinos de viento de trujillo.





UNO.

Me gusta pensar que los famosos molinos de viento que don Alonso Quijano confundió con gigantes no estaban en la Mancha, sino en Trujillo ¿Por qué? Por dos razones principales. La primera de ellas es la existencia de dos molinos de vientos en el berrocal trujillano, actualmente en ruinas. La segunda es la probada estancia de Cervantes en la monumental ciudad y sus continuos viajes por tierras extremeñas (Muy recomendable este estupendo artículo de mi amigo Rubén Núñez en el blog Cáceres al Detalle). Fue tal vez allí, quizás asomado a uno de los balcones de alguna casa-fuerte de la parte alta de Trujillo, o tal vez desde algún torreón de la Alcazaba, donde imaginó la bochornosa aventura que terminó con el  hidalgo Quijano y su jamelgo Rocinante en el suelo, derribados por las aspas de un molino. 

¿Qué no coinciden las fechas de la publicación del Quijote con la estancia de Cervantes en Trujillo? Y qué importa. Ni me he molestado en comprobarlo. ¿Dónde si no dejamos la imaginación, los sueños, la poesía?

Don Quijote, el más loco, al final resultó ser el más cuerdo...


Palacio de Juan Orellana Pizarro, donde estuvo hospedado
Miguel de Cervantes. 

DOS

Realmente, son muy escasos los restos de molinos de viento que en Extremadura han sobrevivido al paso del tiempo; yo al menos solo conozco los dos de Trujillo, aunque creo saber la localización de al menos otros dos en Castuera, de los que solo quedan visible las grandes plataformas sobre las que se asentaban estas construcciones. (Respecto a estos últimos, agradecería más información.) Me imagino que esparcidos por el extenso territorio extremeño hubo algunos más...

Es extraño, sin embargo, esta escasez de molinos de viento si lo comparamos con la abundancia de molinos que utilizaban la fuerza del agua para mover las piedras de moler, que posteriormente convertían el grano en harina. Así, a bote pronto, se me ocurre citar los del río Ortiga en la provincia de Badajoz y los de Arroyomolinos y Montánchez (muy curiosos, ya que estos se encuentran en altura y se valían de las fuertes pendientes de la sierra para conducir el agua previamente embalsada), aunque lógicamente hay muchísimos más -innumerables casi- en las cuencas del Guadiana y del Tajo. 


Molino de viento. Berrocal de Trujillo. 

Molino de viento. Berrocal de Trujillo.

Interior de La Molineta. Berrocal de Trujillo. 
                                     
 La Molineta. Berrocal de Trujillo

Por contra, hay provincias donde ver recortadas en el cielo la inconfundible silueta de los molinos de viento en las sierras es relativamente habitual, por ejemplo en algunas zonas de Almería, Ciudad Real o Toledo. Allí han tenido la buena iniciativa de mantener sus estructuras, y en algunos casos su interior y la maquinaria que transmitía el movimiento desde las aspas a las piedras, siendo actualmente un importante recurso turístico.


Consuegra. Toledo.

Consuegra. Toledo. 


Cabo de Gata-Níjar. Almería. 

Cabo de Gata-Níjar. Almería. 

TRES

Lamentablemente, los molinos de viento que vemos ya en sierras y alcores de determinados lugares (como Plasencia, Cádiz o Almería) son de otra naturaleza y obedecen a otro tipo de intereses, menos claros, amenazando con alterar para siempre con sus siniestras y alargadas sombras los bellos y singulares paisajes extremeños...

miércoles, 8 de septiembre de 2021

talaverilla. el afán de vivir.




Sea por la demencial política y desmedida ambición de las compañías eléctricas, sea por la sequía, -o por ambas cosas- la bajada de nivel de las aguas del embalse de Valdecañas nos permitió el pasado sábado recorrer las ruinas de Talavera la Vieja, hasta los sesenta del siglo pasado un lugar lleno de vida y de sueños, y ahora un montón de cascotes y esqueletos de grandes olivos. ...

Pero no éramos los únicos. Enterados también por los medios de comunicación y redes sociales, uno de esos niños que tuvo que abandonar el pueblo donde había nacido, ahora ya abuelo, recorría con sus hijas y nietos, las todavía visibles calles. "Mira, aquí estaba la iglesia, y más allá la casa del cura. Detrás el ayuntamiento. Y por allí, el cementerio. Allí estában enterrados mis abuelos..."

En ese momento, intentando no resultar demasiado molesto, me acerqué tímidamente y me dirigí a él. "¿Usted nació aquí?" 

"Sí, si" me contestó. "Yo tenía doce años cuando nos tuvimos que ir. Nos mandaron a los pueblos nuevos. A mis padres los mandaron a Rosalejo."

Observé al hombre. Parecía feliz. Sus hijas y dos nietos habían venido de Cádiz, donde vivían, a verlo y habían aprovechado la mañana del sábado para visitar Talaverilla. Mientras tanto, Samuel, encaramado en los restos de un antiguo templo romano hacía fotos, en apariencia ajeno a nuestra conversación. Ese era el verdadero motivo de nuestra visita. Samuel me había propuesto acercarnos hasta allí para fotografiar los restos de aquel templo, reconvertido siglos después en almacén de grano y posteriormente en cárcel. Siempre me habían llamado mucho la atención las fotos en blanco y negro que circulaban por internet en las que se podían ver grandes columnas romanas entre las casas, los vecinos ataviados con oscuros trajes y junto a ellos, animales de carga, y por eso acepté encantado la propuesta de mi amigo.

Animado al ver que aquel hombre parecía bastante abierto ante mis preguntas, y con ganas de hablar, proseguí "mi interrogatorio". Había encontrado muchísima información en la red sobre Talavera y sus últimos años, pero me parecía interesante conocer de primera mano las impresiones y recuerdos de alguien que se había criado corriendo y jugando  por aquellas calles y tal vez, ayudando en las labores del campo. 

"¿De que vivían aquí?" me atreví a preguntar. Desde detrás de mis gafas de sol observé discretamente su reacción. Parecía apenado al recordar el dolor que sufrirían sus mayores al abandonar su pueblo, pero a la vez orgulloso de haber pertenecido a aquel lugar, -tal vez seguía perteneciendo- y contento de tener a a alguien que le escuchara.

"Del ganado. Y de los olivos. Ahora no se percibe, pero eso que vemos cubierto de agua era un barranco donde crecían los olivos. Y abajo el río Tajo, mucho más lejos de lo que se ve ahora. Y más allá también había olivos. Las columnas grandes estaban ahí, justo al borde del barranco. Pero ahora están en la carretera que va a Navalmoral. La gente lo conoce como los Mármoles." 

"Sí, sí" contesté. "Y también se llevaron la picota, ¿no?"

"Sí, allí está, en Rosalejo. Talaverilla, -bueno Talavera, porque esto se llamaba Talavera la Vieja, no Talaverilla- era muy importante. Primero se llamó Evora. Y después Augustobriga..." 

Mientras, sus nietos habían trepado hasta la parte superior del templo y se hacían fotos. "¡Cuidado, a ver si os vais a caer!" 



Después se alejaron. Y Samuel y yo continuamos el recorrido, fotografiando aquellas piedras blanquecinas, los dinteles de granito de las casas, las piedras de moler, las pilas y los altares que se encontraban esparcidos entre las ruinas. Estaba claro que la mayoría de las casas se habían levantado reutilizando el granito de la antigua ciudad romana. Incluso se podía advertir que se había respetado el trazado diseñado veinte siglos antes, que dos calles eran más anchas que las demás, correspondiéndose con el cardo y el decumano, y que una de esas calles terminaba donde, según Samuel, se situaba el foro. 

Más tarde, ya en casa, se me ocurrió pensar que incluso las ganas de continuar, el afán de vivir, son capaces de abrirse paso entre los escombros, la sequía y la desolación...