Hace unos meses tuve la oportunidad de estar ante uno de los altares rupestres más extraordinarios que hasta la fecha he visto, el altar rupestre de Sequero, un altar consistente en un gran bolo de granito con dos mitades bien diferenciadas por la parte presumiblemente delantera y una escalera trasera tallada en la roca.
Enseguida, las oquedades o taffonis que presenta en la parte frontal, al parecer naturales, me recordaron otro altar rupestre, El Abrigo del Lince, situado en La Serrezuela (Don Benito), que tiene la particularidad de que presenta pinturas esquemáticas en el interior de esos taffonis,
Yo, sin embargo, me inclino a pensar que estas oquedades no son naturales sino que fueron preparadas a posta, a modo de hornacinas, para pintar en el interior de cada una de ellas diversos esquemas, que en el caso del abrigo de Don Benito son antropomorfos, tal vez para rendirles culto o como una forma de recordar a ciertas personas. Por eso, es probable que en el gran altar de Sequero también hubiera habido pinturas esquemáticas en el interior de esas hornacinas, al igual que en los altares que podemos ver en los alrededores, también provistos de taffonis.
Lamentablemente, si existieron, no queda ni rastro de esas pinturas. Ni siquiera el tratamiento digital al que han sido sometidas las imágenes por parte de mis amigos Carlos Señor Nieto y Alejandro González Pizarro han podido mostrar pigmentos.
En cualquier caso, es seguro que estamos ante un lugar que en un pasado lejano tuvo bastante relevancia para los habitantes de la zona, como demuestra sobre todo la presencia del gran altar rupestre que podéis ver en las fotografías anteriores, pero también por el gran número de lagaretas y posibles altares que podemos apreciar en sus inmediaciones.
Un lugar muy especial en que nuestros antepasados rendían algún tipo de culto.
ResponderEliminarSi hubo pinturas en esos lugares y desaparecieron de forma natural mala suerte, lo grabe es que la acción humana fuese la protagonista.
Saludos.