Ya os he hablado alguna vez de Luis Bello, autor del Viaje por las Escuelas de España, colección de artículos escritos a lo largo de varios años para el diario El Sol, en los que se describen las escuelas de principios del siglo XX.
Haciendo uso de un prosa clara, fácil y directa, Bello dejó un buen número de estampas costumbristas y una valiosa información sobre el mundo escolar, pero también sobre los pueblos y las ciudades por donde pasó. Hace unos días, hojeando la parte dedicada a las escuelas extremeñas me llamó la atención un aspecto que desconocía de Don Benito...
Haciendo uso de un prosa clara, fácil y directa, Bello dejó un buen número de estampas costumbristas y una valiosa información sobre el mundo escolar, pero también sobre los pueblos y las ciudades por donde pasó. Hace unos días, hojeando la parte dedicada a las escuelas extremeñas me llamó la atención un aspecto que desconocía de Don Benito...
En el extracto que sigue a continuación, este autor describe como jornaleros y albañiles se acercan por la mañana hasta la plaza en busca de su jornal. Pero luego, hace mención de otro gremio de Don Benito, ciudad eminentemente agrícola, cuando menos sorprendente...
En la plaza hay, por las mañanas, trabajadores de todos los oficios, especialmente jornaleros del campo y albañiles, que aguardan ajuste en las esquinas y alrededor del cafetín. Suelen ir un rato hasta los obreros fijos y los que ya tienen jornal; pero pronto se ve cuales son los que van a jugarse el albur del jornal módico o del paro forzoso. Aumenta el número de días difíciles como el de hoy. A medida que la mañana va avanzando, se desparraman y, a falta de jornal, buscan ocupaciones libres. Serán pajareros, pescadores, esparragueros...Cuando el campo no da nada, en épocas en que todo se riega, son las mujeres las que salen a los portales demandando socorro. Los pobres se ayudan unos a otros y el primer remedio es el préstamo de pan entre compañeros. A largas temporadas es necesario llegar al repartimiento de trabajadores entre los hacendados y, según estos, siempre se atiende a los más pobres, de modo que en Don Benito nadie se acueste sin comer. El campo y los oficios antiguos sostienen malamente a esta población jornalera.
Más suerte tienen los pescadores aventureros, que no se conforman con el pescado blanco del Guadiana y del Gévora y salen a trabajar otras riberas hasta la desembocadura del Guadalquivir. Esta gente sabe por tradición Ictiología, Geografía, Hidrografía y hasta Naútica, valiendose de viejas artes; garlitos, nasas, redejones, butrones y distintos trebejos, unos buenos y otros malos. Es además tropa muy dura, con lo cual gozan fama, bien ganada, los pescadores de Don Benito. Viven casi todos en el barrio alto de San Sebastián, cerca de la primitiva ermita de la Peña, desfigurada hoy por un barracón pegadizo que le roba toda su gracia. Si Orellana resucita y hubiera otro Amazonas que descubrir, encontraría sus cincuenta y tres hombres sólo con dar una voz al pie de la ermita de San Sebastián.
Luis Bello. Viaje a las escuelas de España. 1927.
Es bonito leer estos escritos antiguos porque nos hacemos idea del modo de vida que tenían nuestros antepasados y es que la sociedad evoluciona a pasos agigantados.
ResponderEliminarUn abrazo.
http://ventanadefoto.blogspot.com/
Te he conocido a través de mi amiga "Ventana de foto", y veo que tienes un blog muy interesante; con tu permiso me quedo por aquí para disfrutar tu trabajo. Un saludo desde Granada.
ResponderEliminar¿ Pescadores de Don Benito en la desembocadura del Guadalquivir ?
ResponderEliminarCada día me sorprendes más.
Un saludo.