No está claro de donde procede el actual nombre de Extremadura, una tierra olvidada y a menudo menospreciada. Algunos historiadores opinan que quizás proceda del término con que se conocía en los reinos cristianos a los territorios situados al sur de dicho río.
Desde aquí solo pretendo hacer un pequeño homenaje a la tierra donde ahora vivo. De ella es mi mujer y en ella han nacido también mis dos hijas.

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viernes, 26 de noviembre de 2021

vuelta a la ermita de los condenados de talaván. cáceres.





Ya era casi de noche y negras nubes cargadas de lluvia cubrían la localidad de Talaván y sus alrededores. A pesar de ello, pude comprobar que en aquel tétrico (y a la vez atrayente) lugar todo seguía igual que en 2014. Los nichos del cementerio del siglo XIX seguían abiertos, la vegetación invadía exuberante la ermita y los condenados de Talaván permanecían con sus fauces abiertas, enseñando amenazantes los afilados dientes, con esos ridículos gorritos, tal vez simulando los que imponía la temible Inquisición como castigo. Así mismo pude observar como grandes grietas recorrían la maltrecha y peculiar cúpula, amenazando con su derrumbe, tras lo cual aquellos veinte grotescos seres de alas extendidas y atormentado rostro desaparecerían para siempre, como ya había desaparecido el que hacía el número veintiuno. 

Así y todo, el conjunto y el momento me parecieron tremendamente hermosos. Quise recordar entonces lo que había sentido y escrito siete años antes pero no lo conseguí. Más tarde, ya en casa, (tras comprobar con pesar, mediante la comparación de las fotografías, que en algunas zonas esgrafiados y pintura  de todo el conjunto aparece más desdibujados) encontré lo siguiente:

"Subí con alguna dificultad por un trozo de muro derruido y entré en la ermita. Primero tropecé con una piedra, quizás con una lápida. Después estuve a punto de caer tras meter el pie en un agujero, oculto por la alta hierba que crecía en el interior del edificio. Pero la idea de contemplar las enigmáticos y extrañas figurillas que adornaban la cúpula de aquella ermita en ruinas, me impedía tomar cualquier tipo de precaución. Había recorrido un buen puñado de kilómetros para ver y fotografiar el interior de aquél viejo edificio y la ansiedad podía conmigo. Luego, pasé rápidamente al lado de aquellos nichos abiertos y me dirigí, alzando la vista, hacia donde debían estar los condenados, que hasta entonces solo había visto en fotografías. Y efectivamente allí estaban. Los conté despacio y pude comprobar que eran veintiuno. Bueno, uno había sido vencido por la humedad y el paso del tiempo, de manera que solo quedaban veinte. 


Después los fotografié atropelladamente. Apenas presté atención al encuadre. Solo quería tomar las fotografías y salir rápidamente de allí. Aquellos nichos abiertos y vacíos, aquella exuberante vegetación que me impedía ver lo que pisaban mis pies, aquellas decenas de ojos que parecían mirarme desde las alturas... Claro, en aquellos momentos lo comprendí. Esa era la misión que el autor de aquellos esgrafiados había encomendado, varios siglos antes, a aquellos grotescos personajillos. Atemorizar al pueblo llano, subyugar a los pastores que cuidaban el ganado que pastaba en las feraces y bellas dehesas, tener en un puño a los villanos que malvivían en la pequeña población...

Fue entonces cuando empecé a sentir simpatía por los veinte penados. Arriba, a varios miles de metros, varios aviones surcaban el cielo azul dejando tras de si su blanca estela y yo llevaba un android en el bolsillo de mi camisa, además de una cámara Nikon colgada al cuello. Estamos en el siglo XXI, me dije, ya no dais miedo. Si acaso respeto. Y sin más, continué fotografiando los deteriorados esgrafiados, esta vez tranquilamente, disfrutando cada vez que el dedo apretaba el disparador, pero observando con preocupación las humedades que amenazaban con borrar para siempre aquellos dibujos y las profundas grietas que surcaban la bóveda e incluso las alas, los ridículos gorros rojos y las caras de algunos de los réprobos.

Tras ello salí al exterior, donde me esperaban mi mujer y mis dos hijas, y mientras la primavera estallaba en la dehesa extremeña, dejamos atrás la ermita. Desde luego, el viaje había merecido la pena, pensé mientras guardaba la cámara en el maletero del coche; sería una gran perdida para todos la desaparición de los esgrafiados que, desde 1628, adornan la cúpula y los muros de la humilde Ermita del Santo Cristo de Talaván."

                                                                                                              Ocho de marzo de dos mil catorce.







Enlaces de interés:

La ermita de los réprobos. El lince con botas. Con Samuel Rodríguez Carrero.

Extremadura; caminos de cultura. Salvemos la ermita del Santo Cristo de Talaván. 

3 comentarios:

  1. Parece un lugar algo tétrico y por lo que nos cuentas no elegiste buena hora para visitar.
    En alguna vi el programa del que nos dejas enlace el cual me parece gran programa.

    Saludos.

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    1. Digamos que es un lugar... especial.

      Gracias Tomas B, por tus visitas y comentarios.

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