La primera referencia que tuve de esta tremenda obra de ingeniería fue hace años, gracias a Eva, una compañera de mi mujer que nos habló de un monumental acueducto perdido en las entrañas de las Villuercas y los Ibores. Desde entonces siempre habíamos tenido aparcada esta excursión hasta que por fin, hace unos días nos acercamos a Campillo de Deleitosa y recorrimos casi en su totalidad el acueducto de 5 Km de longitud, que discurre a media falda de la garganta Descuernacabras.
En cualquier caso, el acueducto serpentea durante kilómetros por la ladera de la garganta, ofreciendo preciosas vistas, y alcanza su máxima espectacularidad en el punto medio del recorrido donde, para salvar una escorrentía, se construyó un muro de varios metros de altura. Sobre él, un buen número de arcos en cuya parte superior se encuentra la caja o canal por donde discurría el agua. Esta faraónica obra se puede recorrer de principio a fin por dentro de ese canal de conducción de agua, construido en piedra y enfoscado en todo su recorrido. Lógicamente este revestimiento se encuentra en regular estado en gran parte de sus tramos, no así, la mayor parte del canal, transitable en toda su longitud y en buen estado de conservación.
Es de destacar también la mencionada herrería, que utilizaba en algún momento del proceso de extracción del hierro, la energía producida por el agua al caer desde una considerable altura. Durante el recorrido se puede también ver alguna antigua construcción relacionada con la minería y las escombreras o escorias resultantes de la extracción del mineral.
Más tarde, se construyeron dos centrales hidroeléctricas que posibilitaron que la pequeña localidad de Campillo de Deleitosa, en la que viven en la actualidad no más de setenta habitantes, tuviera electricidad mucho antes que la gran mayoría de pueblos de la región, según nos contó un vecino de dicha localidad. La central que nosotros vimos, se encuentra en un estado de ruina total. No obstante se puede ver todavía una tubería de hierro por la que caería el agua desde una gran altura hasta las turbinas, responsables de la producción de la electricidad. Así mismo se pueden ver dos profundos agujeros en los cuales estarían situadas las turbinas y el desagüe.
A la grandiosidad del acueducto y al interés arqueológico-industrial de todo el conjunto, hay que añadir el alto valor paisajístico y natural del paraje por donde discurre, sobre todo en las inmediaciones de la herrería. Allí la vegetación es más exuberante y los riscos más espectaculares y altos, y alrededor de ellos pudimos ver el planeo de los buitres utilizando las corrientes térmicas. Así mismo, pudimos ver una elegante garza real, y en todo momento nos llegaba el murmullo del agua, procedente del fondo de la garganta. Durante gran parte de la mañana, nos acompañó también el peculiar sonido de los cencerros de un rebaño de cabras que pastaba en las verticales paredes.
Cuando, ya de regreso, caminábamos a los coches, no parábamos de preguntarnos quienes serían los autores de la colosal obra y como tanto esfuerzo resultó ser baldío.
Mientras, en el aire se entremezclaban los olores del cantueso, la jara y el tomillo...
Sobre esta obra no he podido encontrar apenas datos. Nadie sabe con exactitud quien lo hizo ni cuando. Al menos yo no he podido averiguarlo. Su origen tal vez esté ligado al de una vieja fundición o herrería de la que todavía se pueden observar sus ruinas.
En cualquier caso, el acueducto serpentea durante kilómetros por la ladera de la garganta, ofreciendo preciosas vistas, y alcanza su máxima espectacularidad en el punto medio del recorrido donde, para salvar una escorrentía, se construyó un muro de varios metros de altura. Sobre él, un buen número de arcos en cuya parte superior se encuentra la caja o canal por donde discurría el agua. Esta faraónica obra se puede recorrer de principio a fin por dentro de ese canal de conducción de agua, construido en piedra y enfoscado en todo su recorrido. Lógicamente este revestimiento se encuentra en regular estado en gran parte de sus tramos, no así, la mayor parte del canal, transitable en toda su longitud y en buen estado de conservación.
Es de destacar también la mencionada herrería, que utilizaba en algún momento del proceso de extracción del hierro, la energía producida por el agua al caer desde una considerable altura. Durante el recorrido se puede también ver alguna antigua construcción relacionada con la minería y las escombreras o escorias resultantes de la extracción del mineral.
Más tarde, se construyeron dos centrales hidroeléctricas que posibilitaron que la pequeña localidad de Campillo de Deleitosa, en la que viven en la actualidad no más de setenta habitantes, tuviera electricidad mucho antes que la gran mayoría de pueblos de la región, según nos contó un vecino de dicha localidad. La central que nosotros vimos, se encuentra en un estado de ruina total. No obstante se puede ver todavía una tubería de hierro por la que caería el agua desde una gran altura hasta las turbinas, responsables de la producción de la electricidad. Así mismo se pueden ver dos profundos agujeros en los cuales estarían situadas las turbinas y el desagüe.
Ruinas de central eléctrica.
La central y el acueducto.
A la grandiosidad del acueducto y al interés arqueológico-industrial de todo el conjunto, hay que añadir el alto valor paisajístico y natural del paraje por donde discurre, sobre todo en las inmediaciones de la herrería. Allí la vegetación es más exuberante y los riscos más espectaculares y altos, y alrededor de ellos pudimos ver el planeo de los buitres utilizando las corrientes térmicas. Así mismo, pudimos ver una elegante garza real, y en todo momento nos llegaba el murmullo del agua, procedente del fondo de la garganta. Durante gran parte de la mañana, nos acompañó también el peculiar sonido de los cencerros de un rebaño de cabras que pastaba en las verticales paredes.
Cuando, ya de regreso, caminábamos a los coches, no parábamos de preguntarnos quienes serían los autores de la colosal obra y como tanto esfuerzo resultó ser baldío.
Mientras, en el aire se entremezclaban los olores del cantueso, la jara y el tomillo...