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domingo, 22 de enero de 2023

extremadura perdida.




Nos costó trabajo acceder a ellos. Vallas y alambradas, baches, caminos cortados por las últimas avenidas y otros inconvenientes dificultaron mucho el acceso, pero eso nos hizo disfrutar más si cabe el momento cuando finalmente pudimos ver, abajo en el río, la inconfundible silueta de uno de los molinos que andábamos buscando. Una vez en su interior, observamos durante un buen rato la impresionante obra de ingeniería hidráulica que una vez, hace tal vez varios siglos, unos hombres decidieron emprender. Así, examínamos con asombro la presa o azud -derruida en parte quizás por la fuerza del agua, acaso adrede- y los canales que desviaban el río hacia el propio molino, donde la fuerza del agua movería las ruedas volanderas encargadas de moler el preciado grano, al girar sobre la piedra solera. 







Todavía impresionados por el bellísimo lugar donde se hallaba enclavada el magnífico ingenio, fuimos aguas arriba en busca de otro de los molinos, recorriendo la ribera, solo acompañados por el rumor del río corriendo. No tardamos mucho en encontrarlo; igual que el anterior, derruido y sin tejados, pero orgulloso, vigilando el río. Aguas arriba, otra presa, todavía más monumental, pero también partida.










Poco después volvimos a los coches, cansados pero contentos, y sobre todo sorprendidos por el hecho de que todavía queden lugares así, -perdidos, solitarios y desconocidos incluso para la mayoría de los habitantes de las poblaciones cercanas-, lugares donde huir del insoportable ruido que hay ahí fuera. 

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