Si vais a Puerto de Santa Cruz (Cáceres) seguramente os van a llamar la atención cuatro monolitos de piedra erigidos a escasos metros de la plaza y la iglesia. A primera vista tal vez penséis, como hice yo, que se trata de un grupo de pequeños menhires. Nada más lejos de la realidad. El conjunto de los cuatro postes a los que me refiero formaban parte de un potro de herrar, es decir, una estructura diseñada para poner las herraduras al ganado, en este caso vacuno, según nos explicó una persona mayor que amablemente se acercó a saludarnos.
-Ah. ¿Pero a este tipo de ganado también se le ponen herraduras? -preguntamos sorprendidos al anciano que, desde detrás de su mascarilla, parecía contento de poder hablar con nosotros.
-Sí, claro. Son distintas a las que se ponen a los caballos -contestó. Después, señalando hacia las afueras de la población, continuó con sus explicaciones. -Esas piedras estaban por ahí abajo, pero un día se las trajeron aquí.
-Pero ¿cómo era realmente este potro?
-Pues mira, estos postes soportaban unos fuertes travesaños de madera de las que colgaban unas cinchas de cuero. Se metía dentro al animal, se le inmovilizaba y con las cinchas se le alzaban las patas para que el herrero trabajara mejor.
-¡Qué curioso!- contesté, mientras observaba los pilares de piedra y las muescas y orificios en los que se apoyaban los travesaños. Incluso en uno de estos pilares aún se conservaba trozos de hierros clavados.
Durante unos minutos, continuamos charlando animadamente sobre la despoblación, sobre la escasez de niños y gente joven que había en el pueblo, sobre las numerosas casas vacías y sobre lo animadas que estaban las calles cuando llegaba el verano y retornaban los que -viviendo en Madrid o Barcelona- seguían teniendo vínculos allí.
-Claro, dejan aquí a los niños largas temporadas con los abuelos y forman pandillas y pasan todo el día en la calle. Hay mucho alboroto en verano, sí.
Sonreímos mientras nos despedimos del amable anciano. ¿Quién no ha dejado alguna vez a los niños con los abuelos...?
Lamentablemente, corriendo la misma suerte que otros importantes elementos etnográficos, no quedan muchos potros de herrar. En concreto, aparte de este situado en pleno casco urbano de Puerto de Santa Cruz, recuerdo vagamente otro en Barajas (Ávila). No conozco otros, aunque seguramente repartidos por toda la comunidad extremeña, se conserven más. Puede que vosotros tengáis noticia, quizás en el norte de Cáceres, de la existencia de estas muestras de un pasado cada vez más lejano.