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miércoles, 8 de diciembre de 2021

veletas.

Villamartín (Cádiz)
                              
Espera.(Cádiz).

Sevilla.

Tal vez a la mayoría de vosotros no afecte mucho de donde proceda el viento. Sin embargo, como todos sabéis, para la gente del campo o del mar es de suma importancia conocer este dato. Hay vientos secos y cálidos que arruinan cosechas, vientos húmedos, vientos que impiden a un pescador salir a faenar… Y ahí juegan un relevante papel las veletas, desde la más humilde hasta la más aparatosa, como el Giraldillo, de 3.50 metros de altura y 1200 kg de peso, capaz de dar nombre al simpar alminar almohade que tras ocho siglos sigue impresionando a propios y extraños. Otras, más sencillas, apenas constan de un simple flecha de hierro que gira sobre un eje vertical...

En cualquier caso, un día tras otro -en lo más alto de espadañas, campanarios y tejados, e ignoradas por casi todos- las veletas cumplen calladamente la función para la que fueron creadas...


Antequera. (Málaga)

Villamartín (Cádiz)

Trujillo (Cáceres)

Plasencia (Cáceres)

Llerena (Badajoz)

Garrovillas de Alconétar (Cáceres)

Villamartín. (Cádiz)

viernes, 26 de noviembre de 2021

vuelta a la ermita de los condenados de talaván. cáceres.





Ya era casi de noche y negras nubes cargadas de lluvia cubrían la localidad de Talaván y sus alrededores. A pesar de ello, pude comprobar que en aquel tétrico (y a la vez atrayente) lugar todo seguía igual que en 2014. Los nichos del cementerio del siglo XIX seguían abiertos, la vegetación invadía exuberante la ermita y los condenados de Talaván permanecían con sus fauces abiertas, enseñando amenazantes los afilados dientes, con esos ridículos gorritos, tal vez simulando los que imponía la temible Inquisición como castigo. Así mismo pude observar como grandes grietas recorrían la maltrecha y peculiar cúpula, amenazando con su derrumbe, tras lo cual aquellos veinte grotescos seres de alas extendidas y atormentado rostro desaparecerían para siempre, como ya había desaparecido el que hacía el número veintiuno. 

Así y todo, el conjunto y el momento me parecieron tremendamente hermosos. Quise recordar entonces lo que había sentido y escrito siete años antes pero no lo conseguí. Más tarde, ya en casa, (tras comprobar con pesar, mediante la comparación de las fotografías, que en algunas zonas esgrafiados y pintura  de todo el conjunto aparece más desdibujados) encontré lo siguiente:

"Subí con alguna dificultad por un trozo de muro derruido y entré en la ermita. Primero tropecé con una piedra, quizás con una lápida. Después estuve a punto de caer tras meter el pie en un agujero, oculto por la alta hierba que crecía en el interior del edificio. Pero la idea de contemplar las enigmáticos y extrañas figurillas que adornaban la cúpula de aquella ermita en ruinas, me impedía tomar cualquier tipo de precaución. Había recorrido un buen puñado de kilómetros para ver y fotografiar el interior de aquél viejo edificio y la ansiedad podía conmigo. Luego, pasé rápidamente al lado de aquellos nichos abiertos y me dirigí, alzando la vista, hacia donde debían estar los condenados, que hasta entonces solo había visto en fotografías. Y efectivamente allí estaban. Los conté despacio y pude comprobar que eran veintiuno. Bueno, uno había sido vencido por la humedad y el paso del tiempo, de manera que solo quedaban veinte. 


Después los fotografié atropelladamente. Apenas presté atención al encuadre. Solo quería tomar las fotografías y salir rápidamente de allí. Aquellos nichos abiertos y vacíos, aquella exuberante vegetación que me impedía ver lo que pisaban mis pies, aquellas decenas de ojos que parecían mirarme desde las alturas... Claro, en aquellos momentos lo comprendí. Esa era la misión que el autor de aquellos esgrafiados había encomendado, varios siglos antes, a aquellos grotescos personajillos. Atemorizar al pueblo llano, subyugar a los pastores que cuidaban el ganado que pastaba en las feraces y bellas dehesas, tener en un puño a los villanos que malvivían en la pequeña población...

Fue entonces cuando empecé a sentir simpatía por los veinte penados. Arriba, a varios miles de metros, varios aviones surcaban el cielo azul dejando tras de si su blanca estela y yo llevaba un android en el bolsillo de mi camisa, además de una cámara Nikon colgada al cuello. Estamos en el siglo XXI, me dije, ya no dais miedo. Si acaso respeto. Y sin más, continué fotografiando los deteriorados esgrafiados, esta vez tranquilamente, disfrutando cada vez que el dedo apretaba el disparador, pero observando con preocupación las humedades que amenazaban con borrar para siempre aquellos dibujos y las profundas grietas que surcaban la bóveda e incluso las alas, los ridículos gorros rojos y las caras de algunos de los réprobos.

Tras ello salí al exterior, donde me esperaban mi mujer y mis dos hijas, y mientras la primavera estallaba en la dehesa extremeña, dejamos atrás la ermita. Desde luego, el viaje había merecido la pena, pensé mientras guardaba la cámara en el maletero del coche; sería una gran perdida para todos la desaparición de los esgrafiados que, desde 1628, adornan la cúpula y los muros de la humilde Ermita del Santo Cristo de Talaván."

                                                                                                              Ocho de marzo de dos mil catorce.







Enlaces de interés:

La ermita de los réprobos. El lince con botas. Con Samuel Rodríguez Carrero.

Extremadura; caminos de cultura. Salvemos la ermita del Santo Cristo de Talaván. 

domingo, 21 de noviembre de 2021

cosas que no deberían perderse...






Hay cosas que no deberían perderse. Por ejemplo, las librerías de viejo, la enésima oportunidad de los libros desechados. O esas confiterías de merengues blancos, dependientas con batas y olores antiguos. O esos bares de café negro y vasito de agua, suelos hidráulicos y barras de madera. O esas tiendas de tejidos, moda urbana y de ceremonia para hombres.







Tampoco deberían desaparecer las cuchillerías. Ni esos escaparates que muestran maquetas de barcos veleros en los que escapar muy lejos. Ni los ultramarinos. Ni esas tiendas de manualidades donde caben todos los lienzos del mundo, todos los botes de oleos del mundo, todos los pinceles del mundo...








                                                                                                        Cádiz. Agosto-2021. 

viernes, 12 de noviembre de 2021

piedras pasaderas.

La piedras pasaderas son (eran) el pariente pobre de los puentes. Aún así, no dejan de tener un cierto interés etnográfico y por ello siempre es agradable toparse con ellas y ¿cómo no?, cruzarlas. ¿Qué senderista que se precie no siente una tentación irremediable de saltar de piedra en piedra aunque tenga que desviarse del camino?

Está claro que el propósito de estos pasos, humildes y provisionales, está muy relacionado con la agricultura, la ganadería y otras antiguas formas de vida. Sin embargo, habitualmente se encuentran en lugares muy apetecidos y valorados por los que nos gusta caminar por el campo, sin más pretensión que la de respirar aire puro, estirar las piernas e ir encontrando este tipo de curiosidades

Así, he tenido la suerte de ver y fotografiar algunas de ellas, por ejemplo, las espectaculares pasaderas sobre el río Ponsul, en Idanha-a-Vella (Portugal), formada por elementos constructivos de época romana extraídos de los muchos edificios e infraestructuras de la antigua ciudad amurallada. Este paso, el paisaje donde se ubica y sobre todo, la importancia de los elementos arqueológicos que custodian las murallas romanas de la aldea próxima, hacen del conjunto un lugar verdaderamente excepcional.



Igualmente singular es el lugar donde se sitúan las pasaderas para vadear el río Salor, muy cerca de Torrequemada (Cáceres) y de una preciosa ermita del siglo XIV en cuyo interior perduran unas interesantes pinturas murales de carácter religioso. 



Y ya más cerca de casa, las piedras pasaderas del río Ortiga, aguas arriba del Puente de la Pared (La Haba, Badajoz), antiguo puente del que se desconoce con exactitud su origen. Es una curiosidad la existencia de estas piedras tan cerca de un puente, pues lógicamente es mucho más incómodo usarlas para vadear el río.




En definitiva, rudimentarios pasos de incalculable valor, como tantos otros elementos dispersos por nuestras valles...


piedras pasaderas. idanha-a-vella A la hora de vadear ríos y arroyos, la utilización de piedras ha sido una solución fácil, económica y relativamente frecuente a lo largo de la Historia. Sin embargo las piedras pasaderas sobre el río Ponsul, muy cerca de Idanha-a-Velha (Portugal), tienen cierta singularidad por varios motivos.


miércoles, 3 de noviembre de 2021

después de la lluvia...



Un paseo por el campo después de las abundantes lluvias. El verde va ganado terreno a los pastos amarillentos propios del estío; huele a tierra mojada y a otoño. Y al atardecer, los nubarrones negros descolgados de la gran borrasca se enredan y juegan con el sol poniente. Empieza a refrescar...




lunes, 25 de octubre de 2021

el viaje de benjamin lovell badcock a extremadura en 1832. uno.



Cuando en el verano de 1832, el inglés Benjamin Lovell Badcock llegó a Badajoz desde Elvas y pidió ser recibido por algún mando, obtuvo como respuesta que el oficial estaba durmiendo la siesta. Era la hora en la cual "solo los perros y los ingleses se atreven a salir". Aquello no debió gustarle mucho al comisionado, enviado a Extremadura para recabar informes sobre el ejército español y la situación general en la zona. Lovell ya había estado antes en la región y había participado incluso en el sitio de Badajoz de 1812 pero ahora era tratado por los oficiales con las lógicas reticencias, poniéndole todo tipo de impedimento para que desarrollara su misión. 

Tal vez por eso, tal vez por algunos episodios pasados, el militar inglés, que en esos momentos estaba haciendo labores de espía, no tenía mucha simpatía por los españoles, a los que describe en sus escritos "como altivos, traicioneros, reservados, desconfiados..." Por contra, los portugueses le parecían "educados, pacientes, sencillos, callados y fieles aunque vanidosos y amantes de la grandilocuencia". Tampoco el paisaje español le atrajo mucho ya que lo encontraba seco, encontrando durante su entrada en España, "un terreno abrasado, sin árboles ni zonas verdes. De sus pueblos dejó escrito que estaban amurallados y tenían cúpulas moras". Sin embargo, Portugal le parecía un vergel plagado de frutales, por donde corría el agua a través de fuentes y canalones. Respecto a las mujeres también observó diferencias; las lusas, aunque menos bellas, eran más agradables que las españolas, a las que consideraba pasionales y celosas...

El caso es que, a duras penas, las autoridades aceptaron acompañarle por el sistema abaluartado de Badajoz, por supuesto no dejándole que fisgoneara a su antojo y pudiera recabar información privilegiada. Aún así, pudo observar que el estado de las defensas no eran los más adecuados y que la brecha en el Baluarte de la Trinidad, por donde había entrado en la ciudad el ejército anglosajón, permanecía igual que en 1812. Aunque habían transcurrido veinte años ya del asedio de Badajoz, las circunstancias políticas -incluida una nueva invasión francesa a cargo de los tristemente célebres Cien Mil Hijos de San Luis- y la lamentable sumisión del cruel y traidor Fernando VII, tenían sumida a todo el territorio español en el caos y la desesperanza. 


 Panel informativo que recrea el asedio de 1812.
En mitad de la noche, solo los fogonazos de las armas alumbraba a
 los combatientes. Se calcula que hubo 4800 bajas entre las tropas inglesas.


La noche del 6 de abril de 1812 se produjo la entrada del 
ejército anglo-portugués en Badajoz. Tras la rotura de parte
del Baluarte de la Trinidad, los soldados subieron por los escombros
en total oscuridad ante el fuego enemigo, encontrando todo tipo de
obstáculos. Maqueta. Museo Luis de Morales de Badajoz. 

Días después, tras una breve estancia en una casa "donde abundaban chinches y mosquitos", propiedad de un matrimonio constitucionalista y simpatizante de los ingleses, un caluroso once de julio abandonó Badajoz, a bordo de una diligencia tirada por cuatro mulas y dos caballos, con destino Madrid. 


La toma de la Alcazaba por parte del ejercito aliado
fue decisiva para el posterior desarrollo del asedio inglés. 

Vista parcial de la Alcazaba. 

Bibliografía: Viajeros ingleses por Extremadura. Volumen 1. Edición de Jesús A. Marín Calvarro. Diputación de Badajoz. 

jueves, 14 de octubre de 2021

las columnas de hércules.


Según la mitología griega, cuando Hércules (Heracles) quiso viajar a la isla de Eritea -una de las islas que conformaban en la Antigüedad la actual Cádiz- para desempeñar el décimo de sus trabajos, tuvo que separar dos grandes rocas que le impedían el paso a su destino. Comúnmente se han identificado estas rocas con el Peñón de Gibraltar y el monte Hacho (Ceuta). Por eso, al llegar a la ciudad ceutí a bordo del ferri, los pasajeros son recibidos por el forzudo héroe en el momento de separar ambas columnas. Detrás queda la inconfundible figura del Peñón de Gibraltar y la difusa silueta del litoral español, separada de la costa africana por solo catorce kilómetros de mar azul y traicionero, catorce kilómetros que representan el salto entre Europa y África, con todo lo que ello significa. 

Las columnas de Hércules. Al fondo, Gibraltar y la costa española
desde el Puerto de Ceuta.

A la izquierda, Hércules separando las columnas. A 
la derecha el monte Hacho, según algunas teorías
una de las columnas. Puerto de Ceuta. 

Monte Hacho y fortaleza abaluartada desde el ferri Algeciras-Ceuta.

Gibraltar, la columna en el lado europeo.

Recreación de Gadir en época romana, con las dos islas
que la conformaban,  Cotinusa y Eritea, hacia donde se dirigía
Hércules antes de separar las columnas.. Museo de Cádiz. 


Como es lógico, la figura de este héroe no pasó desapercibida en el área del Estrecho y se erigieron santuarios en su honor. Así en la Isla de Sancti-Petri los fenicios construyeron un templo en honor a Melkart, divinidad de Tiros, que según diferentes teorías, fue asimilado posteriormente en Heracles por griegos y en Hércules por romanos. Al parecer, el culto a este ser mitológico estuvo vigente durante varios siglos, incluso durante la dominación romana. El Museo de Cádiz expone los exvotos que reforzarían la hipótesis del sincretismo Melkart-Heracles-Hércules. 

Estatuilla representando a Melkart.
Siglo VII a.n.e. Museo de Cádiz.

Bronces hallados en un pozo sagrado cercano a Sancti-Petri,
que representan posiblemente a Melkart. Siglo VIII a.n.e.
Museo de Cádiz.

Exvoto del siglo V con iniciales HG (Hércules Gaditano)
 encontrado en el templo de Melkart. Museo de Cádiz. 

Islote de Sancti-Petri, donde estuvo situado el templo a Melkart. 
En la Antigüedad este islote estaba unido a Gadir. Incluso en
época romana hubo una calzada que unía ambos enclaves,
todavía visible en determinadas ocasiones. 


Pero no solo en este museo podemos ver la huella fenicia en el área del Estrecho. Del subsuelo de Cádiz y alrededores han surgido numerosos restos de esa prolongada y misteriosa época, ofreciéndonos actualmente lugares tan interesantes como el yacimiento de Doña Blanca (El Puerto de Santa María) o la Cueva del Pájaro Azul. 

Sarcófagos fenicios. Museo de Cádiz. 

Restos del puerto fenicio. Cueva del Pájaro Azul. Cádiz.

Reproducción de las pinturas rupestres de Laja Alta. 
Museo de Cádiz. Según la cartelería de este museo tienen
cierta similitud con modelos fenicios localizads en un relieve
de un templo del siglo VIII a.n.e.

Yacimiento fenicio de Doña Blanca. A la derecha, a lo lejos, Cádiz.
Hace dos mil años este poblado tenía puerto de mar.
Los campos de cultivo que se aprecian en la imagen, formaban
parte de la bahía. Los aportes sedimentarios del Guadalete
colmataron la desembocadura hasta darle el aspecto que presenta
en la actualidad. 

Viviendas fenicias de los siglos VIII a.n.e.
Yacimiento de Doña Blanca. El Puerto de Santa María.


Como nota curiosa, quizás sea conveniente señalar que el emperador Carlos V incorporó las columnas de Hércules a su escudo de armas, añadiendo también en referencia a los territorios americanos, la leyenda Plus Ultra. Desde entonces dichas columnas han aparecido y desaparecido del escudo de España según las circunstancias políticas. Actualmente, las columnas de Hércules siguen estando presentes en nuestro escudo. 

Escudo de Carlos V. Entre otros muchos elementos 
podemos encontrar las columnas de Hércules.
Conventual de San Benito. Alcántara. Cáceres.