Siempre me ha atraído mucho la figura del monje guerrero, es decir, de los sufridos caballeros de las órdenes militares-religiosas de Alcántara, de Calatrava, de Santiago o del Temple. En realidad, creo que el término monje guerrero, usado actualmente para referirnos a los caballeros que consagraban su vida a Dios y a guerrear contra los infieles, bajo las estrictas reglas monásticas, es un término moderno. En cualquier caso, durante varios siglos, estas órdenes fueron muy importantes y poderosas en gran parte de Extremadura. Después, diversas circunstancias políticas y sociales fueron socavando este poder, hasta dejarlas reducidas a simples comparsas (en sentido metafórico).
(Imágenes tomadas del modesto pero interesante proyecto de recreación de la vida cotidiana de estos monjes-guerreros, en el marco de dos preciosas localidades como Magacela y Santa Cruz de la Sierra, en el cual he tenido la suerte de colaborar junto a David Prado, Antonio Dovane y Carlos Señor.)
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