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lunes, 7 de octubre de 2019

arqueología experimental.




Tengo la suerte de tener en casa dos puntas de flechas talladas por mi amigo José María Gómez Sánchez. Una de ellas, además, la hizo una tarde que habíamos quedado con él para que nos enseñara las pinturas rupestres de la Sierra de Santa Catalina. Mientras caminábamos, José María nos iba contando las propiedades de las plantas que encontrábamos a ambos lados del sendero. A su vez iba tallando un trozo de cristal. Después, sentado bajo un panel de pinturas esquemáticas, le insertó una caña, le untó un pegamento natural fabricado por el mismo y le ató una fina cuerda. Finalmente me lo regaló. Toma es para ti, me dijo.

Desde entonces tengo esa punta de flecha como uno de mis más preciados tesoros.








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Sorprendentemente, José María es capaz de hacer fuego utilizando las mismas técnicas que las que  usaban nuestros antepasados, únicamente mediante el golpeo de una piedra rica en hierro sobre un trozo de sílex o gracias a la enérgica frotación de una rama sobre madera. En el primer caso se trata de conseguir que las chispas que se producen hagan arder un material inflamable (yesca). En el caso de la fricción sobre madera hay que lograr que el calor generado inflame la yesca. El resultado es, de cualquier forma, espectacular...


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