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miércoles, 19 de septiembre de 2018

naturaleza y arte

Peine del Viento. San Sebastián. Eduardo Chillida. 

Roc del Quer. Canillo. (Andorra.)  

Elogio del Horizonte. Gijón. Eduardo Chillida. 


A menudo, cuando viajamos, nos vemos gratamente sorprendidos al encontrar ciertas obras de arte, a veces perfectamente integradas en el entorno natural o urbano, convertidas en punto de atracción e incluso en símbolos de una ciudad o de una comarca. Eso me ha ocurrido recientemente en Andorra y de manera más lejana en el tiempo en Gijón, en San Sebastián o en Genalguacil (Málaga), donde un concurso anual de esculturas al aire libre ha convertido las callejuelas de la pequeña localidad en un verdadero museo de Arte Contemporáneo. Es cierto que todos los casos citados tienen a su favor la espectacularidad del medio en que han sido levantados; las cimas de los Pirineos, los acantilados del Cantábrico o el Valle del río Genal en la Serranía de Ronda. 

Genaguacil. Málaga. 
                           
Genalguacil. Málaga
                           
Genalguacil. Málaga.

Lo cierto es que la unión de Naturaleza y Arte constituyen un verdadero deleite para los viajeros más aficionados a este tipo de cosas (deberíamos intentar ser viajeros en vez de turistas), lo cual me recuerda que  Extremadura también cuenta con un sitio excepcional, que sin duda conocéis, donde aúnan ambos conceptos; el Museo Vostell de Malpartida de Cáceres, quizás exponente máximo de esa asociación, tal y como pretendía su genial autor cuando ideó su obra. Lógicamente, respecto a este tipo de arte hay opiniones para todos los gustos, pero a mi me parece muy acertada esta manera de  de transmitir, sorprender, embellecer, emocionar o recordar, que no son otros los objetivos de los artistas cuando diseñan sus creaciones. 

Los Barruecos. Malpartida de Cáceres. Wolf Vostell. 

Los Barruecos. Malpartida de Cáceres. Wolf Vostell
                        

Ocurre, sin embargo, que en ciertas ocasiones la belleza emana de la fealdad, de la maldad o de la parte más oscura del ser humano. Tal es el caso de un curioso grupo escultórico erigido en la Bahía de Santander, que representa a un grupo de niños de clase humilde, que se sumergían en el mar buscando las monedas que les tiraban desde los barcos, solo para burlarse de ellos. En esta caso, el escultor utiliza la calmas aguas de la bahía santanderina para expresar su arte. 

Monumento a los raqueros. Santander. José Cobo Calderón. 

Mucho más sobrecogedor y triste, es el monumento llamado Zapatos en el paseo del Danubio, mediante el cual se recuerda a los miles de judios que fueron arrojados a dicho río por los nazis. Budapest, una de las ciudades más bellas del mundo, fue testigo de la barbarie, recordada desde 2005 mediante este conjunto de sesenta pares de zapatos dispuestos a lo largo del paseo, a algo más de un kilómetro del Parlamento de Hungría...

Zapatos en el paseo del Danubio. Budapest. Gyula Pauer y Can Togay
Zapatos en el paseo del Danubio. Budapest. Gyula Pauer y Can Togay

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