Buscando información sobre las pinturas esquemáticas de la Sierra de Santa Catalina (Serradilla, Cáceres) encontré un artículo (Últimas intervenciones en la cueva del castillo de Monfragüe: actuaciones de adecuación para la visita y revisión de sus manifestaciones rupestres. H. Collado Giraldo y J.J. García Arranz) que me reveló ciertas cosas, verdaderamente interesantes, hasta la fecha desconocidas para mí. Me refiero a un tipo de clasificación de los abrigos rupestres en relación a sus características morfológicas y a su ubicación en el paisaje y más concretamente, a la definición de abrigos de intimidad, entendidos como abrigos de dimensiones muy reducidas y difíciles de localizar, pero adecuados para realizar prácticas vinculadas a la magia, a la religión o a un supuesto mundo sobrenatural.
Esto viene al caso porque los esquemas más llamativos localizados hasta la fecha en las cercanías de Serradilla se encuentran, precisamente, dentro de una oquedad que cumple esta y otras premisas, pudiéndose clasificarse por lo tanto como abrigo de intimidad. Estoy hablando de la representación de un gran antropomorfo unido por las manos con otros dos antropomorfos más pequeños, representación nada habitual dentro del arte esquemático. La rareza de este esquema, otra de las características de este tipo de abrigos, unido al difícil acceso para entrar en la covacha, hace pensar que estamos ante uno de los abrigos de intimidad descritos por los autores citados, los cuales tendrían un uso relacionado con el mundo espiritual. Serían, como digo, lugares donde refugiarse a practicar algún tipo de ritual vinculado a las creencias de los hombres que realizaron esos curiosos esquemas.
En este punto, tengo que decir que la impresión que tuve cuando entré en cuclillas en el reducido espacio y estuve por primera vez ante esos tres antropomorfos, fue la de estar ante una representación de la tierra madre, equivalente a la pachamama de los incaicos, una madre protectora grande y poderosa, que lleva a sus hijos desvalidos de la mano y los protege ante los numerosos peligros del exterior. Quién sabe, de ser cierta esta arriesgada hipótesis, si esta madre tierra luego se sincretizó en Ataecina, más tarde en la Proserpina romana y posteriormente en alguna santa, ¿Santa Eulalia?, de la religión judeocristiana.
Sin embargo, este no es el único abrigo que esconde la Sierra de Santa Catalina puesto que en su solana podemos encontrar tanto abrigos de tránsito (utilizados temporalmente) como de indicación (relacionados con el control de los recursos), los otros dos tipos de abrigos incluidos en la clasificación.
En cuanto a la época en que fueron realizadas, solo me atrevería a señalar que, en general y de acuerdo con el artículo de referencia, las de trazo más grueso y tonos anaranjados diluidos pertenecerían a una fase neolítica-calcolítica mientras que las trazo fino y tono rojo más oscuro corresponderían a la Edad de Bronce.
(El tratamiento digital de las fotografías ha sido realizado por Alejandro G. Pizarro. )
(José Gómez Sánchez, el hombre que sabe hacer fuego, fue quien nos condujo por la sierra y nos mostró este excepcional conjunto de estaciones rupestres.)
Me encantan. Saludos.
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