Páginas

miércoles, 17 de abril de 2013

castillo de trevejo. cáceres.


Una de las cosas que más nos llamó la atención en la reciente visita que hace un par de fines de semanas hicimos a la sierra de Gata, fueron las tumbas antropomórficas que aparecen excavadas en la ladera del castillo de Trevejo. No recuerdo haber visto nunca tumbas de este tipo, con el hueco para la cabeza tan bien definido, en ningún otro lugar. 

Recientemente he podido leer que estos enterramientos fueron realizados para que albergaran los cuerpos de los monjes templarios que durante algún tiempo habitaron dicho castillo, aunque parece ser que esta sugerente teoría no es demasiado acertada. Los especialistas afirman que este tipo de necrópolis, excavada en la roca, fue bastante común en Extremadura entre los siglos IV y VII d.C. y por tanto, corresponderían a  época tardorromana y visigoda. Habitualmente estas fosas disponían de una gran losa que hacía de tapadera aunque la mayoría han llegado expoliadas a nuestros días y por lo tanto, carecen de estas piedras.   




En cualquier caso, este grupo de tumbas hace aun más atractivo el conjunto que forman el castillo, la vieja ermita y la pequeña aldea de Trevejo, convirtiendo este lugar en uno de los más singulares que hemos podido visitar ultimamente. 

Actualmente, el castillo se encuentra en muy mal estado, debido a la voladura que realizaron las tropas francesas, aunque todavía se pueden ver algunos elementos defensivos y decorativos como garitas, troneras, matacanes o escudos. La mayoría de los restos que todavía permanecen en pie, murallas y Torre del Homenaje, son del siglo XV aunque el origen del asentamiento es islámico. Posteriormente pertenecería a diversas ordenes militares, entre las que se encontraba la Orden del Temple.

El castillo y la ermita.
Escudo de Juan Piñeiro, uno de los Comendadores de Trevejo.
A la izquierda, un matacán, elemento diseñado para arrojar piedras o
proyectiles a los posibles asediadores. A la derecha una garita de vigilancia.
Ermita de San Juan Bautista. Siglo XVI.
Aldea de Trevejo.

Ya os digo, el castillo y la ermita. La aldea de casas de piedras, que conserva todavía el sabor de los lugares antiguos, y el infinito paisaje de bosques caducifolios de la sierra de Gata. Una grata sorpresa...

viernes, 5 de abril de 2013

castillo de lares. badajoz.


Dicen que la cabra tira al monte. Por eso una de mis aficiones es subir a los riscos de las comarcas de la Serena y de la Siberia y saltar entre las piedras y los restos de las antiguas fortalezas islámicas que habitualmente ocupan estas cimas.

Hace unas semanas subimos a la sierra de Lares buscando los restos de Al Laris, una ciudadela bereber de 8 hectáreas de superficie que permanece semienterrada en lo alto de dicha sierra. Habíamos sabido de su existencia y de los restos de una iglesia templaria gracias a un bonito articulo aparecido recientemente en el diario Hoy. (Ya en diciembre de 2010 se hizo un comentario en este mismo blog que hacía referencia a los restos de un castillo situado en la cima de la citada sierra) 

Una vez allí, tras dar buena cuenta de los consabidos bocadillos y contemplar el enorme embalse de la Serena y las lejanas sierras que lo rodean, intentamos imaginar durante un rato como sería aquella población construida en un lugar tan irregular, tan inexpugnable y tan alto. 

Creo que por un momento lo conseguimos y vimos los torreones asomándose al vacío, las estrechas y empinadas callejuelas,  las escaleras de piedra que salvaban los acusados desniveles y los típicos arcos que delimitaban las distintas zonas... Vimos también como gente de distintas razas pululaban por un pequeño mercado donde los mercaderes, a gritos, ofrecían esencias y especies, carnes y salazones, lujosas ropas y los más diversos utensilios... Todo ello ante la atenta mirada de algunos fornidos y bien pertrechados soldados que hacían la ronda  para evitar posibles altercados. Fueron unos segundos, pero valió la pena. 

Tal vez así fueran las callejuelas de Al Laris.

Al parecer, es más o menos constatable la existencia de un núcleo islámico en este promontorio desde el  siglo VIII hasta el siglo XIII. Posteriormente el lugar fue ocupado sucesivamente por los monjes guerreros  templarios y por la Orden de Alcántara, hasta que finalmente tuvo lugar el abandono de la fortaleza cuando desapareció  la necesidad de mantener un enclave militar en la zona. 

Hoy día se pueden ver trazas de murallas y los arranques de distintos torreones aunque es difícil  precisar si dichos restos pertenecen a la época islámica. Igualmente quedan en pie algunos paredones de una iglesia atribuida a la Orden del Temple y un aljibe bastante bien conservado.

Galizuela y la sierra de Lares.
Arranque de las defensas, asomándose al vacío.
Aljibe.
Restos de la iglesia templaria.

Pero quizás, lo más atractivo de esta elevación es el increíble panorama que en todo momento se divisa desde allí arriba. Por un lado, buena parte de la comarca de la Siberia. Por el otro, las calmas aguas del interminable embalse de la Serena y las lejanas sierras azules por donde resbalan los caseríos de Capilla, Benquerencia o Magacela, nacidos a partir de los asentamientos establecidas por las distintas tribus bereberes que arribaron a estas tierras allá por el siglo VIII...


Embalse de la Serena.
Embalse de la Serena y Cerro Masatrigo.
Al fondo, Esparragosa de Lares y el castillo de Puebla de Alcocer.
En primer plano, Galizuela.



En la Serena, como en toda Extremadura, los territorios conquistados fueron cedidos a las ordenes militares, las cuales ocuparon las fortalezas que permanecían en pie y construyeron otras. Hoy día seis de aquellos castillos permanecen aun visibles desde la lejanía, orgullosos del papel que la Historia les reservó. Otros, como los de Lares y Arsa, cayeron en el olvido...