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jueves, 3 de enero de 2013

los castillos y las grullas.

El castillo de la Encomienda de Castilnovo y las grullas.
Grullas en la niebla. Uno.

Hace unos días vino a visitarnos mi viejo amigo Pablo y junto con nuestras familias, estuvimos recorriendo parte de las inmensas comarcas pacenses de la Serena y de las Vegas Altas. Como yo, Pablo siempre va con su cámara colgada al hombro fotografiando todo lo que se pone a su paso, siendo también un gran apasionado de los castillos y de las historias que guardan entre sus maltrechos muros. Por ello, preparé algunas rutas y fuimos a ver las fortalezas más próximas a casa. 

De manera que, con la niebla como pertinaz compañera, una mañana subimos al castillo de Magacela y más tarde al de Benquerencia. Allá arriba, sentados sobre sus viejas y gastadas piedras repusimos fuerzas y le conté a mi amigo, a grandes rasgos, la historia de los monjes guerreros de Alcántara, que tras derrotar a los árabes que vivían en estas tierras repararon las fortalezas y durante siglos, las ocuparon.

 Mientras, a lo lejos se oía el característico gru-gru que emiten las grullas. 

-¿Y eso que es?- me preguntó Pablo sorprendido de tan extraño sonido.

-Son las grullas. Seguro que tenemos ocasión de verlas y de fotografiarlas.

Y efectivamente, las vimos. A cientos. A miles. Las vimos en las dehesas de Monterrubio y en los regadíos de Medellín. Las vimos entre las retamas y las encinas de Almorchón y también en los alrededores de la antigua vía férrea que debía unir Guadalupe y Villanueva de la Serena, ahora convertida en Vía Verde. E hicimos fotos, decenas de fotos, con desigual resultado. 

-Vienen del norte de Europa, huyendo del frío invierno y están por aquí, aproximadamente, desde octubre a febrero, alimentándose de las bellotas en la dehesas y de grano en los rastrojos de arroz y maíz. Las grullas son muy huidizas. Se asustan pronto y enseguida levantan el vuelo. 

-Vale, vale. Tendré cuidado.- decía Pablo sacando con sigilo la cámara de la funda y montando el trípode  Yo, con el rabillo del ojo, lo miraba disimuladamente y veía en su rostro la satisfacción del que descubre algo nuevo.

-¡Esto es increíble!- susurraba cuando finalmente, levantaban el vuelo, asustadas ante algún movimiento imprudente o ante nuestros torpes intentos de acercarnos un poco más.- ¡Esto es precioso!

El domingo por la tarde, minutos antes de su partida, mientras tomábamos un café acodados en la barra de un bar, le pregunté que era lo que más le había gustado o le había llamado la atención durante esos días. Él, sin dudarlo, me respondió:

-Las grullas y los castillos. El año que viene volvemos, ¿eh?

Grullas  en la niebla. Dos.
Grullas levantando el vuelo, cerca de Santa Amalia.
Bando de grullas en los alrededores del castillo de Medellín.
Grullas en las proximidades de Fernando V.
BIRDING IN EXTREMADURA.

2 comentarios:

  1. Esperaba con ganas tus imágenes de las grullas.la imagen cuatro te ha quedado muy nítida. Me hago una idea de la dificultad que encierra estas tomas.

    Te deseo que en el 2013 te vaya todo sobre ruedas.

    Besos

    http://ventanadefoto.blogspot.com.es/

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  2. Las grullas las he visto muchas veces. Me falta subir a alguno de esos castillos.

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