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martes, 28 de diciembre de 2010

la orden de alcántara. uno.

Estamos en el partido de la Serena, concretamente en el patio de armas del castillo de Magacela. Los freires, después de acudir a los rezos correspondientes a la hora prima, se entrenan para la guerra haciendo entrechocar sus espadas. A pesar del gélido y cortante viento del norte que mueve las capas blancas de los vigías que hacen guardia en las almenas, algunas gotas de sudor empiezan a aparecer en los rostros curtidos de los caballeros. Algunos de ellos han estado en la guerra y suelen mostrar orgullosos, las cicatrices que recorren sus torsos o sus brazos.

El novicio Nicolás de Ovando les observa atento mientras saca brillo a una armadura. Como ellos, Nicolás procede de familia noble pues es sabido que solo ingresan en la Orden de Alcántara los que tal condición tienen. Su padre, uno de los hombres más poderosos de Cáceres, le hizo ingresar en la orden unos meses antes sin apenas advertirle de la dura vida que le esperaba, pues estos caballeros, además de guardar votos de castidad, obediencia y pobreza, deben manejarse a la perfección en el arte de la guerra. Realmente, piensa el joven, nada de esto debe ser impedimento. Si acaso tantos rezos; maitines, la prima, completas...y los estudios. ¿Para que han de servir a un guerrero tantas letras?

En verdad hace frío hoy, y en la lejanía se pueden ver las crestas nevadas de las Villuercas, cubil de alimañas y refugio de malhechores. De cualquier modo, todos los habitantes del castillo atienden en silencio sus tareas pues un alcantarino nunca debe permanecer ocioso; en la tahona, en la cocina, en las caballerizas...Únicamente los relinchos de algún caballo, el ruido de los metales al chocar o los bufidos de los hombres cuando se embisten entre sí rompen el silencio que debe imperar en la vida de los freires.

Allá abajo, en la aljama, tan solo un puñado de casas donde viven los belicosos moriscos, la vida es muy distinta pero el silencio es el mismo. Un escalofrío recorre la espalda de Ovando cuando recuerda las hostiles miradas y los afilados puñales que dejaban ver bajo sus túnicas, mientras su comitiva, procedente de Brozas, subía la empinada calzada de acceso al castillo, aquél día que llegó a Magacela.

Nicolás se arropa con su capa y se esmera en su trabajo. Debe hacerlo por que quiere llegar lejos. Quien sabe si llegará a ser comendador de alguna encomienda tal y como había prometido a su padre. ¿La de Lares? ¿La de Castilnovo? Serían suyas de este modo enormes extensiones de aquellos pastizales tan codiciados por los dueños del ganado trashumante. Pero... ¡Qué altivos son los leoneses! ¡Y qué bravucones los cántabros!

O mejor, piensa el novicio, capitanear a estos hombres en la guerra y cabalgar a lomos de poderosas monturas bajo el estandarte que lleva prendida con hilos de oro la cruz verde de los alcantarinos...


sábado, 25 de diciembre de 2010

castillos de la serena.

A principios del siglo XIII los ejércitos del rey Fernando III, con la ayuda de las órdenes militares, conquistaron la comarca de la Serena, en poder de los musulmanes desde varios siglos antes. Uno tras otro fueron cayendo los bastiones de Magacela, Benquerencia, Zalamea... Como en toda Extremadura, los territorios conquistados fueron cedidos a las distintas ordenes, las cuales ocuparon las fortalezas que permanecían en pie y construyeron otras. Hoy día seis de aquellos castillos permanecen en pie, visibles desde la lejanía, como orgullosos del papel que la Historia les reservó. Otros, como Lares y Arsa, cayeron en el olvido...

Castillo de la Encomienda de Castilnovo. Villanueva de la Serena. Este castillo no es visitable por ser de propiedad privada. Su estado de conservación es bastante bueno. Es uno de los dos castillos de la zona que no es de origen árabe ya que fue construido, probablemente, allá por el siglo XIV. Muy cerca, en el cerro de Tamborrío (entre ambos ríos, Guadiana y Zújar) hubo una fortaleza árabe de la que apenas quedan restos.


Castillo de Benquerencia de la Serena. Su estado es ruinoso. Apenas queda nada de lo que debió ser una fortaleza inexpugnable asentada sobre un lugar estratégico. Situado en la sierra de Tiros, desde él se puede observar gran parte de la comarca: al norte la estepa, al sur los olivares de Monterrubio y algunas manchas de dehesa. Bajo su ahora maltrecha silueta nació Benquerencia, pueblecito de estrechas y empinadas callejas con un inequívoco aire morisco e interesantes muestras de arquitectura popular. Pasear por sus calles, subir al castillo y respirar el aire limpio de la sierra es un ejercicio altamente recomendable para el cuerpo y para la mente.Curiosamente es posible observar, dentro del castillo, un búnquer de la Guerra Civil de 1936.



Castillo de Almorchón. Actualmente quedan pocos restos de esta fortaleza roquera que no es visitable por encontrarse dentro de una finca privada. De origen musulmán, posteriormente cayó en poder de la Orden del Temple y tras la desaparición de esta pasó a manos de la Orden de Alcántara. Durante un tiempo debió ser un lugar importante y estratégico, albergando en el interior de sus diferentes defensas un pequeño poblado. Después el abandono sumió al castillo en el estado de ruina progresiva en que ahora se encuentra.


Castillo de Arribalavilla. Zalamea de la Serena. Construido sobre los restos de una fortaleza musulmana, actualmente quedan en pie sus murallas y sus cuatro torres; Torre Mocha, Torre Oscura y las del Homenaje y de la Higuera, así como un aljibe. Su planta es cuadrangular. Lamentablemente este castillo solo es observable a cierta distancia ya que numerosas construcciones contemporáneas se apoyan sobre sus muros.

Adosado a este castillo estuvo el palacio donde Juan de Zúñiga estableció una corte literaria entre cuyos maestros destacó el gramático Elio Antonio de Nebrija. En este palacio se alojó también, en 1502, durante al menos 15 días la reina Isabel la Católica cuando se dirigía a Toledo desde Sevilla.


Castillo de Capilla. Este es uno de los castillos más desconocidos de la zona y sin embargo las vistas que desde sus deteriorados torreones se pueden observar son increíbles. Bajo la peña donde se asienta se extiende, desde el año 1989, el embalse de la Serena. Por el sur, la sierra de Tiros, agreste y hermosa pero desconocida para una gran mayoría. Como en muchos otros, en su construcción intervinieron alarifes mudéjares, tal y como se puede observar por el uso de ladrillos en los arcos de puertas y ventanas.


Castillo de Magacela. Desde mi punto de vista este castillo es, por su situación, por sus dimensiones y por la gran extensión de tierra que desde él se divisa, el castillo de la Serena. Su estado de conservación, sin embargo, dista mucho de ser el adecuado. A pesar de que ciertas estructuras, como la torre poligonal del Homenaje o la entrada en recodo, presentan un buen estado es difícil imaginar como sería esta fortaleza en sus momentos de esplendor. Durante años en Magacela estuvo el Priorato de la Orden de Alcántara pero después de su traslado a Villanueva, el castillo y la localidad fueron perdiendo importancia.

sábado, 18 de diciembre de 2010

grullas.

Ha llegado el momento. En muchas zonas de la provincia de Badajoz puedes disfrutar ahora del incomparable espectáculo de las grullas, que venidas del norte de Europa huyendo del frío invierno, alegran los cielos extremeños durante unos meses con sus grisáceas figuras y su sonoro grú-grú. Ya no hay excusas, por tanto, para perderse por las pistas de tierra de los arrozales extremeños en busca de estas magníficas aves y ¿por qué no? en busca de la fotografía que siempre hemos soñado hacer.

sábado, 11 de diciembre de 2010

entrelobos.

No. No me refiero a la sensación de ir por la autovía mientras montones de BMWs y Mercedes se adueñan del carril de la izquierda...

"Entrelobos" es el título de una magnifica, dura y a la vez tierna película estrenada hace unos días, que cuenta la historia de un niño que tras ser abandonado a su suerte en Sierra Morena permaneció durante doce años conviviendo con una manada de lobos. Rodada en el Parque Natural de la Sierra de Cardeña y Montoro, esta película ofrece paisajes espectaculares e imagenes de una Naturaleza vibrante e inhóspita, a la vez que muestra la peor cara del hombre, es decir, la cara ambiciosa del que no se detiene ante nada.

Las desventuras de Marcos Rodríguez comenzaron en 1954 y se prolongaron durante una docena de años. Por aquellos años las crestas de las sierras no estaban coronadas por las antiestéticas antenas de telefonía que ahora "adornan" dichas sierras ni sus pedregosas veredas estaban salpicadas de bolsas ni de latas de coca-colas. Por contra, la vida de las personas no valía nada, en Sierra Morena el hambre era el azote de las clases más desfavorecidas y había gente que entregaba a sus hijos para saldar viejas deudas. Según narra la película fueron los lobos los que salvaron la vida de este niño.

Pero, ¿existen todavía lobos en Extremadura? Para deleite de los ganaderos y desesperación de los naturalistas, la respuesta es no. El lobo ha dejado de atemorizar a niños y mayores. Parece ser que las carrancas, collares de cuero con púas de hierro que protegían el cuello de los mastines del ataque de los lobos, se oxidan en doblaos y corralones o quizás en las vitrinas de algún museo etnográfico. Así mismo es cada vez menos frecuente observar a estos somnolientos perros vigilar el ganado y no creo que ninguno de nosotros haya escuchado, al calor de la lumbre, cuentos sobre feroces lobos que atemorizaban a pueblos enteros. Finalmente el hombre, al menos por aquí, acabó con el lobo cumpliendo así uno de sus sueños más antiguos...

Es cierto que de vez en cuando, sobre todo cerca de los límites de Castilla-León donde existe una considerable población, se han visto algunos lobos, pero según afirman los estudiosos de esta especie, son simples incursiones de caza. De cualquier forma, afirman estos mismos estudiosos, existen factores, como la pérdida de población humana de algunas zonas y la regeneración del monte por la disminución del pastoreo, que indican que tal vez el aullido del lobo vuelva a oírse por las serranías extremeñas.
Hace algunos años, alguien me regaló un cachorro de raza indefinida al que puse por nombre Betis. Lo habían arrebatado a una perra que cuidaba el ganado y que acababa de parir debajo de las adelfas que crecen a orillas del Guadalete, muy cerca de la Sierra de Cádiz. La crié con biberones y cuando creció, resultó ser muy parecida a un husky. Como sabeís estos perros son muy similares a los lobos. Y efectivamente, Betis tenía más de loba que de otra cosa: su forma de rugir, de pelear, su pelaje...y sobre todo su ansia de libertad y de correr por el campo. Fue una magnifica compañía y por ello, sin caer en el error de considerar mejor a un animal que a una persona, quiero ahora recordarla. Es una manera de agradecerle el tiempo que vivió a mi lado.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

el mudéjar extremeño.

Como sin duda sabéis, hace unos días el flamenco y la dieta mediterránea fueron proclamados por la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. La influencia árabe en ambos es, a mi juicio, casi tan definitiva como la impronta que dejaron en los pueblos de empinadas callejas y casas blancas, en la toponimia de nuestra geografía o en la piel morena y cabello rizado de algunos de nosotros... Y como no, en la arquitectura de muchos de los palacios, fortalezas e iglesias que embellecen nuestros pueblos y que han llegado a nuestros días en desigual estado de conservación.

Llerena, Zafra, Guadalupe, Galisteo, Hornachos, Alía, Capilla, Azuaga, Puebla de Alcocer...La lista de poblaciones extremeñas que aun conservan, en mayor o menor medida, muestras de Arte Mudéjar sería casi interminable. Este Arte se caracteriza, a grandes rasgos, por el uso para la consecución de los edificios del yeso, de la escayola y sobre todo del ladrillo, y por estar hecho por los mudéjares, más tarde llamados moriscos, que no eran otros que los habitantes de origen musulmán que habían permanecido en territorio cristiano tras la ocupación de estos.

Dicho estilo constructivo permaneció en la península durante varios siglos y nos dejó joyas como los Reales Alcázares de Sevilla o el Monasterio de Guadalupe e incluso viajó a través del Atlántico de la mano de alarifes moriscos que se fueron a hacer las Américas.

Los alarifes o albañiles tuvieron bastante movilidad por todos los territorios que forman la actual Extremadura e iban con sus familias allá donde un noble quisiera hacerse su palacio o estuviera prevista la construcción de una iglesia. Por ser mano de obra barata y eficiente y por los resultados estéticos que ofrecían sus edificios, los alarifes no serían tan mal vistos y tan mal tratados por los cristianos como el resto de los mudéjares. Eso si, como la mayoría de ellos, se aferrarían con uñas y dientes a sus costumbres, a su religión, a su música o a su modo de vestir...Hubo momentos en que fueron respetados, siempre formando parte de las clases más inferiores, pero a partir de 1502 se intentó por todos medios la cristianización de los moriscos. El siguiente fragmento refleja bien la situación:

"... y si con fingida humildad usaban de algunas buenas costumbres morales en sus tratos, comunicaciones y trajes, en lo interior aborrecían el yugo de la religión cristiana, y de secreto se doctrinaban y enseñaban unos a otros en los ritos y ceremonias de la secta de Mahoma. Esta mancha fue general en la gente común, y en particular hubo algunos nobles de buen entendimiento que se dieron a las cosas de la fe, y se honraron de ser y parecer cristianos, y destos tales no trata nuestra historia. Los demás, aunque no eran moros declarados, eran herejes secretos, faltando en ellos la fe y sobrando el baptismo, y cuando mostraban ser agudos y resabidos en su maldad, se hacían rudos e ignorantes en la virtud y la doctrina. Si iban a oir misa los domingos y días de fiesta, era por cumplimiento y porque los curas y beneficiados no los penasen por ello. Jamás hallaban pecado mortal, ni decian verdad en las confesiones. Los viernes guardaban y se lavaban, y hacían la zalá en sus casas a puerta cerrada, y los domingos y dias de fiesta se encerraban a trabajar. Cuando habían baptizado algunas criaturas, las lavaban secretamente con agua caliente para quitarles la crisma y el oleo santo, y hacian sus ceremonias de retajarlas, y les ponían nombres de moros; las novias, que los curas les hacían llevar con vestidos de cristianas para recibir las bendiciones de la Iglesia, las desnudaban en yendo a sus casas y vistiéndolas como moras, hacían sus bodas a la morisca con instrumentos y manjares de moros..."

Luis del Mármol Carvajal.

Finalmente, en abril de 1609, Felipe III decretó la expulsión de los moriscos. Muchos de ellos tuvieron que marchar. Pero otros, los que se habían cristianizado y habían adoptado nombres y apellidos castellanos, permanecieron aquí, entre nosotros. Y aquí quedaron también, el uso del aceite de oliva ante la grasa de cerdo que usaban los cristianos, o su música, que siglos después daría paso al flamenco al mezclarse con la música popular y con la de los gitanos. Y por supuesto, quedaron retazos de su arquitectura, de la cual afortunadamente todavía podemos disfrutar, distribuida a lo largo y ancho de Extremadura y de amplias zonas de la península ibérica.

Monasterio de Guadalupe.
Castillo de Nogales
Alía. Cáceres.
Ermita del Humilladero. Guadalupe. Cáceres.

Castillo de Capilla.
Portada de la iglesia de Santa Ana. Magacela.
Castillo de Puebla de Alcocer.