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miércoles, 18 de junio de 2025

la serena, tan rica en historia

Días atrás, buscando información sobre ciertos aspectos de la comarca de la Serena, encontré un detallado artículo escrito por el inquieto arqueólogo e investigador Diego Sanabria ("El yacimiento arqueológico de El Parral (Quintana de la Serena, Badajoz) Una ocupación rural de época visigoda en la comarca de la Serena extremeña.") del que me llamó poderosamente la atención su introducción, muy didáctica e instructiva. Por eso, me ha parecido conveniente traerla a este blog y acompañarla con algunas fotografías realizadas en los últimos años, porque creo que a través de una lectura detenida de esa introducción se pude entender fácilmente, a grandes rasgos para un público generalista entre los que me incluyo, las distintas etapas desde la Prehistoria hasta la finalización del periodo islámico de esta extensa y desconocida comarca, tan rica en Historia. 

La comarca de La Serena se identifica históricamente con una encrucijada de caminos, algo que tiene su reflejo desde un punto de vista arqueológico en la gran diversidad y abundancia de yacimientos de distintas cronologías repartidos por todo su espacio geográfico. Así pues, como referentes más remotos cabe citar las manifestaciones de arte rupestre, tanto en abrigos como al aire libre, ejemplos que desde el Neolítico-Calcolítico se han perpetuado hasta época moderno-contemporánea. A este respecto, destacar los ejemplos pictóricos de la Sierra de Tiros, y más cercanas al proyecto se ha de señalar las pinturas rupestres de Magacela.  

Pintura rupestre. Abrigo del Águila. Magacela. 

Pintura rupestre. Cueva de San José. Quintana de la Serena

A estas manifestaciones hay que sumar la presencia de enterramientos colectivos o dólmenes, como el de Sierras Gordas (Valle de la Serena) o el de Magacela.

Dolmen. Magacela. 

Dolmen. Valle de la Serena.

El territorio se jerarquiza paulatinamente con la génesis de las sociedades de jefatura, alcanzando éstas su máximo apogeo durante el Bronce Final, y así algunos emplazamientos en altura se ocupan y fortifican, como el cerro de Magacela (Rodríguez Díaz, 2004). Esta jerarquización del territorio y de la sociedad tiene su principal reflejo en las estelas de guerrero, y es en La Serena donde se concentra la gran mayoría de ellas (Celestino Pérez, 2001), en un espacio conocido como el “corredor de la Serena” jalonado por el curso del Zújar, y que sirve de vía de comunicación entre el Guadiana y el Valle Medio del Guadalquivir.

Estelas del Suroeste.
Museo Arqueológico de Badajoz.

Estela. Esparragosa de Lares. 
Museo Arqueológico de Badajoz.


Este Bronce Final, inmerso en la órbita tartésica de influencia atlántica, con el tiempo irá asimilando nuevas formas, lo que producirá hacia el siglo VIII a. C. una orientalización de la cultura indígena. Centros como Medellín, ahora gestionarán los recursos, hasta que en el siglo VI a. C. el colapso del comercio mediterráneo propicie un cambio de las pautas económicas, y por tanto de las culturales, sociales y políticas en Tartessos. En este punto tendrán su ascenso las élites rurales de base agraria, representadas a su vez en la arquitectura de prestigio. Así, Cancho Roano (Zalamea de la Serena) y La Mata (Campanario) se erigen como nuevos centros de poder, en un contexto de atomización y retroceso del mundo urbano. En este sentido, el poblamiento postorientalizante se presenta muy bien definido a raíz de los estudios de los túmulos de “La Mata” (Rodríguez Díaz, 2004) y “Cancho Roano” (Celestino Pérez, 1996), y las pequeñas ocupaciones, como la de “Media Legua II” o “La Carbonera” (Campanario, Badajoz) (Rodríguez Díaz y otros, 2007; Sanabria Murillo, 2008; Sánchez et al., 2013). 


La Mata. Campanario.

Cancho Roano. Zalamea de la Serena.

Sala Tarteso. Museo Arqueológico de Badajoz. 

Este sistema perdura hasta el siglo IV a. C., cuando el territorio experimenta una reestructuración a todos los niveles, abandonándose estos enclaves, reocupándose los antiguos centros urbanos -como Medellín- y rurales –caso de El Espadañar (Quintana De la Serena, Badajoz) (Sanabria Murillo et al., 2013)- u ocupándose sitios ex novo, como el Cerro de Entrerríos, verdadero capitalizador del poblamiento prerromano en la zona tras el ocaso tartésico, e incluso el Castro de la Tabla de Las Cañas (Capilla, Badajoz) (Domínguez de la Concha y García Blanco, 1992). 

Castro de la Tabla de Las Cañas. Enfrente Capilla y su castillo. 
Castillo de la Encomienda o de Castilnovo y Cerro  Tamborrío.


Con la conquista romana, se produce en La Serena el llamado “fenómeno de los recintos torre”, edificaciones de clara raigambre militar que en algunos casos tienen su origen a principios del siglo I a. C., en el contexto de las guerras sertorianas, vinculadas al control del territorio y de los recursos mineros de la zona. Se trata de un auténtico corredor fortificado, tanto en el llano como en altura, en la vía natural que une el Valle Medio del Guadiana con el Guadalquivir. En este punto, Magacela se levanta como un importante oppidum desde el que se habría coordinado la zona (Ortiz Romero, 1991). Esta serie de fortificaciones, que hunde sus raíces en el contacto de Roma con la población indígena, parece estar en funcionamiento hasta el cambio de era, e incluso construyéndose algunas de ellas a inicios del siglo I d. C. (Mayoral y Celestino, 2010), hecho que habría que relacionar con las tensiones inherentes a la implantación de un nuevo orden en la zona. 

Recinto torre. Hijovejo. Quintana de la Serena.

Recinto torre. Hijovejo. Quintana de la Serena.

Pacificado el territorio, y al amparo de la calzada que unía Emérita con Córduba se produce una notable ocupación romana, que tiene sus principales referentes urbanos en las ciudades de Iulipa (Zalamea de la Serena), Metellinum (Medellín) o Miróbriga (Capilla), mientras que en el ámbito rural se experimenta una intensa colonización agraria con base en las villae, de las que se conocen numerosos ejemplos en la zona de actuación. Estos emplazamientos parecen ser ocupados en muchos casos sin solución de continuidad desde el Alto Imperio hasta la Tardoantigüedad.   

Dístilo romano. Zalamea de la Serena.

Teatro romano de Medellín. 


Con la dominación islámica, La Serena nuevamente se fortifica y resultado de ello son los castillos de Magacela, Benquerencia, Almorchón (y posiblemente el de Zalamea). El origen musulmán de la primera, por tratarse de un enclave inmediato a la zona en estudio, debe situarse al menos hacia el siglo XI, cuando es citada en las fuentes, y será en época almohade cuando se acometan las principales obras en el conjunto de su fortificación (Gibello Bravo, 2006). El principio del fin de la dominación islámica sobre La Serena tiene lugar con la toma de Magacela por Fernando III el Santo en 1232, actuando ésta como cabeza de puente para la reconquista cristiana de la zona, lo que propicia la caída de Zalamea y Almorchón en 1234, cerrándose el proceso tras la toma de Benquerencia en 1236. 


Castillo de Almorchón.

Castillo de Castilnovo. Villanueva de la Serena.

Castillo de Capilla.

Castillo de Arribalavilla. Zalamea de la Serena.

Castillo de Benquerencia de la Serena.



sábado, 7 de junio de 2025

un arma muy poderosa



Hace unos días fui advertido por un amigo (gran observador e interesado por las cosas de su tierra) de ciertas inscripciones en las jambas y el dintel de granito de una vieja y ruinosa casa situada en el centro de Castuera, en la que destacaba un cráneo y dos huesos atravesados entre sí, tal y como muestran las banderas piratas que hemos visto en tantas películas. En realidad, dichos elementos formaban parte de una o más lápidas, que probablemente fueron extraídas de un cementerio y luego cortadas y adaptadas a las medidas de la ventana. Es decir, la casa, o al menos parte de ella, tuvo que ser construida con posterioridad al grabado de las piedras, en las cuales se puede apreciar con claridad el año 1626 y con más dificultad 1633 o 1655. Como curiosidad, cabe señalar que una de las lápidas se encuentra invertida, lo que denota que el alarife encargado del trabajo no sabía leer. 

Ante ello, nos preguntamos con curiosidad allí mismo: ¿Cuál era la situación durante aquellos años en España y más concretamente en el territorio que hoy conocemos como Extremadura y en la comarca de La Serena?  

Como en muchas otras etapas de la Historia de España, en el primer cuarto del siglo XVII predominaban los clarooscuros. Así, por ejemplo, algo más de una década antes había tenido lugar la expulsión de los moriscos, probablemente muy numerosos en algunas villas como Benquerencia, Magacela, Zalamea o la propia Castuera y algo más alejada, en la villa de Hornachos. Para los estudiosos de este triste episodio, dicha expulsión supuso la pérdida de un impresionante bagaje cultural y una acusada crisis demográfica, además de la consiguiente escasez de mano de obra en el campo y en otros sectores como la artesanía. Por suerte, la permanencia de varios siglos de diversos pueblos norteafricanos dejaron su huella en la toponimia y en la arquitectura de casas blancas que resbalan a media ladera bajo la sombra de una fortaleza en amplias zonas de La Serena y Extremadura. 

Magacela y su arquitectura popular.

Así mismo, en la década de 1620-1630 se estaban produciendo los primeros levantamientos contra las tropas españolas en el Reino de Portugal. Estos altercados culminarían  en 1640 con la pérdida de dicho reino, perteneciente desde 1580 a la corona hispánica tras la invasión desde Badajoz del país vecino por parte de las tropas de Felipe II.  

En Flandes y otros territorios europeos, las cosas no iban tampoco demasiado bien para los intereses castellanos, aunque precisamente, en 1626 finalizaría, después de varios meses, el asedio de Breda, cuyo capítulo final fue inmortalizado por Diego de Velázquez, el genial pintor sevillano. Sin embargo, los altos costes económicos y de vidas humanas, lastraban demasiado y empujaban a la decadencia social y económica a un territorio peninsular ya de de por si castigado por sequías y pestes, causantes de miles de muertes. 

Sin embargo, culturalmente, España estaba todavía inmersa en el Siglo de Oro, período considerado como uno de los más fecundos. Solo citando al ya mencionado Velázquez, a Murillo o a Zurbarán, el pintor de Fuente de Cantos, en pintura, o a Cervantes, Lope de Vega, Quevedo o a Calderón de la Barca en literatura, podemos hacernos una idea de la situación en una etapa en la que iba muriendo el Renacimiento y nacía un Barroco que tendría uno de sus puntos álgidos en la arquitectura religiosa de Sevilla, ciudad floreciente y dueña del monopolio del comercio con las Indias. Desde allí zarpaban y retornaban los barcos en la aventura indiana y hasta allí llegaban cientos de extremeños y extremeñas para probar suerte en dicha aventura, como atestiguan las crónicas, destacando entre los oriundos de La Serena, Pedro de Valdivia.

Pedro de Valdivia. Castuera. Badajoz.

Y precisamente, recordemos en este punto, el relevante papel de La Serena en el mencionado Siglo de Oro, donde tuvo lugar el aldabonazo de salida de dicho período, puesto que en el castillo de Arribalavilla de Zalamea de la Serena, -o tal vez en alguna casa adosada a él-, vio la luz la primera Gramática en lengua castellana por parte del humanista Antonio de Nebrija, finalizando con la muerte de Calderón de la Barca, autor de la inmortal obra de teatro El alcalde Zalamea. 

El Alcalde Zalamea.

Y hasta aquí, de manera muy resumida, las fechas y los hechos, pero ¿y si recurrimos a un arma tan poderosa que hasta el mismo Albert Einstein la consideraba por encima del conocimiento? ¿Y si echamos mano de la imaginación y fantaseamos con la idea de dar vida al desdichado que falleció en 1626, tal y como reza en la jamba derecha de la desvencijada casa de Castuera? Hecho. Fue un soldado, perteneciente a los Tercios de Flandes, que fue a morir a su localidad natal después de luchar contra los infieles flamencos a lo largo y ancho de los Países Bajos. Una herida mal curada e infectada fue el causante de su muerte. Pero antes de eso se había llevado por delante a un buen número de holandeses. Probablemente, puestos a imaginar, batalló codo con codo con el capitán Alatriste y codo con codo también bebió vino aguado con el personaje ideado por Pérez Reverte en las sucias y peligrosas tabernas de Madrid. Quizás las heridas recibidas fueron causadas en un duelo en cualquier oscuro callejón, de donde huyó dejando atrás un cadáver ensartado por su espada. El honor era entonces incluso más importante que la propia vida. Los lectores de la serie El capitán Alatriste sabrán a lo que me refiero, como serán conocedores del desencanto que cundía entre la población en general, y en particular entre los componentes de los Tercios durante el primer cuarto del siglo XVII, mal pagados, abandonados a su suerte en las nieblas y el frio de Flandes, y nunca reconocidos por quienes los enviaban a la muerte. 

El capitán Alatriste, según el arma más poderosa,
compañero de nuestro héroe castuerano.
 

Es cierto, que tal suposición puede ser bastante arriesgada, pero no menos que suponer, por ejemplo, que dicha lápida estuvo sobre los restos de un aventurero que tras volver con ciertos caudales de las Indias Occidentales, formó familia y vivió el resto de sus días en su localidad natal. O de una joven de buena cuna que tomó los hábitos, ingresando como novicia en alguno de los conventos de Castuera hasta su muerte, durante alguna de las frecuentes epidemias de peste que afectaron el Partido de La Serena. O de... 

Vista general de la vieja casa. 

Dintel.