Hace unos meses -Anabel, mis hijas y yo- visitamos Almeida, y pudimos ver así cumplido un antiguo deseo, dado que un bisabuelo suyo llevaba este apellido y por tanto, su madre lo lleva también. No nos decepcionó. Como muchísimas de las poblaciones situadas a lo largo de la Raya, cuenta con un sistema abaluartado de gran interés, ideado para repeler los ataques desde el otro lado de la frontera.
Así, al igual que en territorio extremeño "enfrente" de cada población con cierta presencia existe una correspondiente ciudad abaluartada, en tierra salmantinas ocurre los mismo: Almeida frente a Ciudad Rodrigo. Como se puede apreciar, tantos años de guerras y desconfianzas nos han dejado un patrimonio arquitectónico militar excepcional, por ejemplo, Elvas, Juromenha, Badajoz u Olivenza, por solo citar algunos de estos conjuntos.
En su origen Almeida contaba con una fortaleza medieval de la que apenas quedan sus cimientos, puesto que fue destruida por un explosión ocurrida en 1810. Sin embargo, gran parte de su sistema defensivo exterior se encuentra en un magnífico estado, cobijando en su interior edificios y calles con todo el sabor portugués.
Las fotos aéreas presentes en el Centro de Interpretación del revellín de Santo António -y las que tomé durante esa jornada- ilustran muy bien la potencia de sus murallas y muestran su planta estrellada y todos los elementos con que contaban los sistemas abaluartados (murallas, puertas, revellines, garitas, cañoneras, cortinas, fosos, puentes, etc.), de manera que no me voy a extender mucho más.
Si acaso añadiré que todo el conjunto es el resultado de un un proceso continuado que empezó durante la Guerra de Restauración portuguesa contra la corona castellana a mediados del siglo XVII, y terminó a principios del XIX. Según la cartelería del citado centro, la plaza de Almeida fue ideada para defender un amplio territorio situado entre los ríos Tajo y Duero de los ataques enemigos del otro lado de la Raya. Posteriormente dicha plaza se vería envuelta también en los acontecimientos bélicos que tuvieron lugar tras la entrada de los ejércitos napoleónicos en la península ibérica.
Por último, resaltar la amabilidad con que tratan a los visitantes, y el mimo que profesan a su patrimonio, en el país vecino, sabedores del valor que atesoran sus pueblos y ciudades. Almeida, lógicamente, como se puede observar con facilidad recorriendo sus calles y defensas, no es una excepción. No en vano, ha sido incluida entre las Aldeas Históricas de Portugal, un conjunto de doce deliciosas poblaciones cargadas de Historia y belleza que bien merecen cada uno de ellos una sosegada visita.