En los últimos meses he tenido la oportunidad de visitar algunos de los dólmenes más espectaculares que se conservan en la península ibérica. Antequera (Málaga) Villamartín (Cádiz) o el distrito portugués de Evora son lugares donde el megalitismo, al igual que en gran parte del territorio extremeño, se manifestó de manera notable.
Todos ellos tienen en común que se construyeron durante el Neolítico (5000-3000 a.C.) y parte del Calcolítico (3000-2000 a.C.) con la finalidad de albergar en su interior los cadáveres de personas principales y destacadas de una sociedad que en aquellos momentos alternaba ya la caza y la pesca con la ganadería y la agricultura. Igualmente en aquellos lejanos tiempos el hombre empezó a especializarse en el trabajo, apareciendo oficios como cesteros, ceramistas o tejedores. (Fuente; Cultura Extremeña. Contenidos Educarex)
No obstante, a la indudable función funeraria algunos autores añaden funciones religiosas y otorgan a estas tumbas cierto simbolismo relacionado con la delimitación del territorio, sin olvidar que pudieron ser usados como observatorios astronómicos pues habitualmente tenían la entrada orientada hacia el sol naciente.
Lógicamente la construcción de aquellos monumentos funerarios debía durar un buen número de años y empleaba a cientos de hombres. A ello había que sumar además el alto grado de especialización que debían tener los directores de la obra.
Todos ellos tienen en común que se construyeron durante el Neolítico (5000-3000 a.C.) y parte del Calcolítico (3000-2000 a.C.) con la finalidad de albergar en su interior los cadáveres de personas principales y destacadas de una sociedad que en aquellos momentos alternaba ya la caza y la pesca con la ganadería y la agricultura. Igualmente en aquellos lejanos tiempos el hombre empezó a especializarse en el trabajo, apareciendo oficios como cesteros, ceramistas o tejedores. (Fuente; Cultura Extremeña. Contenidos Educarex)
No obstante, a la indudable función funeraria algunos autores añaden funciones religiosas y otorgan a estas tumbas cierto simbolismo relacionado con la delimitación del territorio, sin olvidar que pudieron ser usados como observatorios astronómicos pues habitualmente tenían la entrada orientada hacia el sol naciente.
Lógicamente la construcción de aquellos monumentos funerarios debía durar un buen número de años y empleaba a cientos de hombres. A ello había que sumar además el alto grado de especialización que debían tener los directores de la obra.
El primer paso para la construcción de un dolmen era localizar la cantera apropiada, situada a veces a varios kilómetros de distancia. Posteriormente se extraía y tallaban los grandes bloques de piedras hasta dejarlos totalmente pulidos. Después se arrastraban con gruesas cuerdas rodándolas sobre troncos hasta situarlas al lado de las zanjas que previamente se habían excavado. Comenzaba entonces el momento más importante y que más precisión requería pues había que dejar caer las piedras u ortostatos con gran delicadeza hasta el fondo de la zanja.
Por último, se cubría la estructura con grandes losas planas de varias toneladas de peso y se tapaba con tierra todo el conjunto, sellándolos una vez colocados el o los cadáveres en su interior, habitualmente con un rico ajuar funerario en su interior. Eso explica que algunos dólmenes hayan llegado a nuestros días sin haber sido expoliados, como es el caso del dolmen de Alberite (Villamartín, Cádiz) descubierto en 1993. Muchos de los dolmenes que podemos ver actualmente muestran solo la estructura pétrea compuesta por cámara funeraria y en algunas ocasiones también el corredor, cuando en realidad fueron concebidos para que esa estructura permaneciera oculta bajo una gruesa capa de tierra que recibe el nombre de túmulo.
Otra de las particularidades de este tipo de megalitos es la aparición de grabados esquemáticos en los que aparecen representados guerreros, soles, lunas o símbolos de difícil interpretación.
Igualmente hay que destacar la existencia de menhires integrados en algunas ocasiones en el dolmen (Alberite, Anta de Zambujeiro, Cordobilla de Lácara.) Caso curioso son los menhires situados en el interior del dolmen de Menga (Antequera), pues aparentemente se tratan de piedras colocadas para soportar las grandes losas que cubren la cámara cuando la realidad es que no llegan a tocar dichas losas, que se soportan gracias a los ortostatos laterales.
Básicamente existen tres tipos de dolmenes. El más sencillo solo consta de una cámara mortuoria, en muchas ocasiones de planta circular. Algo más complejo es el dolmen con corredor, provisto de un pasillo de acceso a la cámara. Según la longitud del pasillo podemos distinguir entre dolmen con corredor largo o corto. Sin embargo, hay dólmenes en los que no se distingue la cámara y el corredor. A este tipo, llamados de galería, pertenecen los dolmenes de Menga y Alberite.
Dolmen de Menga. Antequera. Málaga. La presencia de la figura humana en la fotografía da una idea de las colosales dimensiones de este dolmen. |
Dolmen de Menga. Antequera. Málaga. Menhires en el interior, colocados aparentemente para soportar las grandes losas que sirven de cubierta. |
Dentro de la actual Comunidad Autonoma extremeña el megalitismo también tuvo un gran desarrollo aunque los dólmenes no llegaron a alcanzar la espectacularidad de los monumentos funerarios citados anteriormente, al menos los dolmenes conocidos hasta ahora. Así en Magacela, Valle de la Serena, Jerez de los Caballeros, Valencia de Alcántara o Lácara existen interesantes muestras de esta manifestación religiosa funeraria.
Normalmente estos dólmenes no se encontraban aislados. En las proximidades de Valencia de Alcántara, por ejemplo, hay catalogados cerca de 50 dolmenes, aunque tal vez fueron muchos más. Algo parecido ocurre en Valle de la Serena donde en los últimos años se ha tenido noticia de nuevos monumentos funerarios de este tipo. Sin embargo en otros lugares los dolmenes aparecen aislados, consecuencia también del desmonte de los campos de cultivo o de la reutilización de las grandes losas en construcciones agropecuarias.
Dolmen de la Cerca del Marco. Magacela. Badajoz. Dolmen de corredor construido entre 4000 y 3000 aC. En su interior se pueden observar todavía cazoletas y grabados. |
Dolmen de Lácara. Cordobilla de Lácara. Badajoz. Dolmen de corredor largo. Como nota curiosa indicar la presencia en sus inmediaciones de un altar rupestre construído sobre un gran bolo granítico. |
Dolmen de Lácara. Cordobilla de Lácara. Badajoz. En esta imagen se puede apreciar un gran menhir integrado en la estructura, así como las losas que conforman la cubierta. |
Dolmen El Mellizo. Valencia de Alcántara. Cáceres. Al parecer recibe este nombre debido a la existencia de otro dolmen de similares características en sus proximidades. |
Dolmen de la Huerta de las Monjas. Valencia de Alcántara. Cáceres. Consta de seis ortostatos y losa superior. Conserva parte del corredor. |
Como anécdota, señalar que algunos de estos extraordinarios monumentos alojan actualmente lugares de culto cristiano en su interior. Entre estos ejemplos de cristianización se encuentra el dolmen capilla de Santa Cruz en Cangas de Onis (Asturias) y los dólmenes capilla de San Denis y de San Brissos en Portugal. De alguna manera, miles de años después estos viejos mausoleos siguen desempeñando la función religiosa que se les otorgó en su origen, en una suerte de atavismo que cuando menos resulta sorprendente.
Fuentes;
Los altares rupestres son manifestaciones del arte rupestre que habitualmente suelen pasar desapercibidas siendo, desde mi punto de vista, una de las más emocionantes; simplemente, me resulta sobrecogedor pensar que sobre esas piedras nuestros antepasados realizaban sus rituales, ceremonias y sacrificios en sus intentos de comunicarse con el más allá.
cromeleques y antas
Según la RAE un crómlech o crónlech (menos usado) es un monumento megalítico consistente en una serie de piedras o menhires que cercan un corto espacio de terreno llano y de forma elíptica o circular. En portugués, se emplea el término cromeleque para designar a este conjunto de menhires.