Últimamente, a eso de las ocho menos diez de la mañana, cuando voy a trabajar y cruzo el río Zújar por el lugar conocido como El Badén, suelo ver la espectacular imagen de una garza real reflejada en el agua. La luz del amanecer y la majestuosidad del animal invitan a parar el coche y hacerle una foto pero las prisas y la ausencia de arcén me han impedido hacerlo hasta ahora. Hace un par de días me decidí a parar. Pero claro, estos animales no se dejan fotografiar por cualquiera, (cosa que yo no había tenido en cuenta) y la garza levantó el vuelo y se encaramó en la copa de un árbol.
Ese mismo día, cuando volvía a Villanueva la vi de nuevo, en el mismo lugar, mientras su pareja sobrevolaba la arboleda y volví a intentarlo. Nuevamente preparé la cámara pero el resultado fue el mismo. Asustada, el ave abrió las alas y moviéndolas pesadamente se elevó en el aire hasta perderse entre el follaje.
Por fin, el pasado sábado, tras extraer el traje de explorador de un viejo baúl olvidado en el sótano y desempolvarlo, me acerqué al río. Una vez allí, escondiéndome entre la maleza me aproximé silenciosamente, cual tigre de Bengala acechando a su presa, e hice algunas fotos sin molestar a la bonita ave.
Por la tarde, ya en casa, recordé que tenía guardadas algunas fotografías de pájaros y tras echar un vistazo encontré algunas que tal vez puedan pareceros interesantes. Estas que siguen a continuación, tomadas en el embalse de Orellana, muy cerca de la ciudad romana de Lacimurga, muestran a un cormorán posado en una piedra. En la segunda de estas imágenes se puede ver a esta ave con las alas abiertas para secarlas al sol, después de sumergirse en el agua para conseguir su ración de pescado.
Y esto, si no me equivoco, es la hembra de un faisán. La curioso es que esta fotografía la hice en pleno centro de Villanueva de la Serena mientras el ave revoloteaba de la acera a los tejados y viceversa, ante la incrédula mirada de los viandantes.
Otra curiosidad. Hace años que una enorme bandada de pájaros negros planea a sus anchas por Villanueva. Creo que son grajillas, córvidos de menor tamaño que los cuervos, pero no estoy seguro. Aparecen y desaparecen sin motivo aparente, posándose de vez en cuando en la torre de la iglesia. He observado que cada vez que el reloj señala la hora, es decir, cada quince minutos, se produce una escandalosa desbandada general y los pájaros abandonan la iglesia para volver al cabo de cierto tiempo. Siempre que los veo, posados sobre la torre, inmediatamente me viene a la cabeza la magistral película de Alfred Hitchcock...
Y por último, grullas y cigüeñas, dos especies de aves que no podían faltar por ser tan representativas de Extremadura. Las primeras ya no emigran, entre otras cosas, porque encuentran con facilidad su alimento en los vertederos y se quedan aquí todo el año.
Las segundas hacen cada año su increíble viaje desde el norte de Europa y permanecen por aquí durante varios meses, llenando el cielo con su ruidoso cru cru y su elegante silueta.