Hubo un lugar en Extremadura al que los árabes llamaron Granada. Posteriormente en el siglo XII, tras ser conquistada por los ejercitos cristianos pasó a llamarse Granadilla. El viajero que decida visitar dicho sitio a buen seguro que se sorprenderá al descubrir este pueblo amurallado dotado de castillo y pasear por sus calles vacías o contemplar las vistas del embalse de Gabriel y Galán. Fue precisamente la construcción de este embalse lo que provocó, a mediados del siglo xx, el abandono forzoso por parte de sus vecinos y su realojo en algunos pueblos de los alrededores.
Cuando las aguas inundaron las fértiles vegas, la villa de Granadilla quedó a salvo de estas aunque aislada, puesto que los caminos de acceso tambien desaparecieron. Tras algunas decadas abandonada a su suerte fue declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1980 y se inició su restauración. La constucción del embalse supuso, como es de imaginar, una desgracia para los vecinos de este precioso lugar, pero posibilita sin embargo al viajero recorrer su trazado mediaval, admirar su sobria iglesia o sentarse bajo el tibio sol de mayo en un banco de la plaza mayor. Todo ello cobra más valor si cabe si se tiene en cuenta que en dicho pueblo no hay antenas, cables, coches o letreros luminosos. Hoy día, como en cualquier pueblo de esta sufrida tierra, todavía acuden los vecinos a honrar a su difuntos el día de todos los Santos.